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Actualizado: 30 de abril de 2025


¡Si te imaginases cuánto estoy sufriendo! le dijo Beatriz . No se hace un movimiento, no se pronuncia una palabra en esta casa que no sea para un martirio... ¿y vas a dejarme sola? , te dejo, hija mía... pero mañana, desde muy temprano, me tendrás aquí. Debo dejaros solos en estas últimas horas... Os abandono a la inspiración de vuestros corazones... ¡Hasta mañana!

Después de nuestro viaje a Trembles, y sobre todo desde nuestro regreso a París, había adoptado el temperamento de dejarme proceder sin tutela fuera la que quisiera su opinión respecto de mi conducta. Eran ya las tres o las cuatro de la madrugada. Estábamos como olvidados en un saloncito en donde algunos jugadores obstinados se retardaban todavía.

Algunos llevaban su amabilidad hasta el punto de acompañarme un buen trecho de camino para dejarme bien encaminado. Y aquí debo advertir que, así como en Madrid la expresión peculiar y nativa de los rostros es la hostilidad, en Sevilla es la benevolencia.

Alguna vez salía del patio y se metía por las habitaciones interiores; pero al instante le seguía Pepita y le traía cogido por una oreja. Aquí traigo a este hombre, que al menor descuido se me escapa a la cocina. No hagan ustedes caso. Esta mujer se empeña en no dejarme satisfacer ciertas funciones apremiantes... No respondo de las consecuencias.

Regresé a mi cuarto, muy exasperada, y permanecí por mucho tiempo de codos en la ventana; desde allí tomé por testigos a la luna, las estrellas y los árboles, de que formaba la inquebrantable resolución de no dejarme tocar más, de no tener miedo de mi tía en adelante, y de emplear todo mi ingenio en desagradarla.

El capitán, sereno, apacible, grandioso como un héroe de la antigüedad, rechazó aquella imputación y demostró hasta la saciedad que allí no cabía trampa alguna. ...A no ser añadió sonriendo mefistofélicamente que estuviera usted convenida conmigo para dejarme ver de antemano lo que tenía en el bolsillo.

«Vamos, no llore usted le dijo con bondad, poniéndole la mano en el hombro . No se ofenda por lo que he dicho. Ya le recomendé a usted que me llevara con paciencia. Hay que tomarme o dejarme. Cuando me pongo a sacar pecados no se me puede aguantar... Pues es claro, les duele; pero luego sienten alivio. Y hasta ahora, nada me ha dicho usted en su descargo».

Si no puede usted ni tener un guarda, ¿para qué se mete a abrir clínicas? ¡Es una bribonada! ¡, señor, una bribonada! ¡Roba usted a sus enfermos! ¡Abusa de su confianza! Le creen a usted un hombre honrado, y usted... A ver el pulso dijo el doctor Chevirev. Tómemelo, si quiere; pero no se crea que voy a dejarme engañar con el pulso y otras zarandajas.

Y ahora, confiésalo misma, niña continuó, ¿no te parece que hace bien, ante esta perspectiva, en quedarse a cubierto en el fondo de su nido calentito y en dejarme partir, puesto que no puedo traerle más que la desgracia? Se pasaba la mano por los cabellos yendo de un lado para otro en el cuarto como un animal perseguido. Roberto dije, te engañas a ti mismo.

¡Reparona! ¿Qué más da? Son novecientos ochenta declaró D. José, haciendo gala de su saber de cuentas. ¿Quiere usted callar?... Usted, Sr. D. Pepe, no tiene que poner su carne en este garfio. La equidad, amiga D.ª Encarnación... ¡Amiga, doña!... Diga usted, tío Lilaina, ¿en qué bodegón hemos comido juntos? ¿Se quiere usted meter en sus cosas y dejarme a ? Falta un duro repitió Isidora.

Palabra del Dia

hociquea

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