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Actualizado: 12 de junio de 2025
La experiencia y los años nos aferran a determinadas ideas y dan consistencia definitiva a ciertos sentimientos.
Una viejita, que venía apoyada en su palo, le trajo un escapulario de la Virgen, y una guapa muchacha, con un hijo a la espalda y otro en brazos, llegó con su marido, que era un bello mancebo, a la cabeza de la mula, puso al indito en alto para que le diese la mano al «caballero bueno»; y muchos venían con jarras de miel cubiertas con estera bien atada, u otras ofrendas, como si pudiesen dar para tanto las ancas de la caballería, muy oronda de toda aquella fiesta; y otro viejito, el padre del lugar, mi señor don Mariano, que jamás había bebido de licor alguno, aunque él mismo trabajaba el de sus plantíos propios, llegó, apoyado en sus dos hijos, que eran también como senadores del pueblo, y con los brazos en alto desde que pudo divisar a Juan, y como si hubiera al cabo visto la luz que había esperado en vano toda su vida: «Abrazarlo decía . ¡Déjenme abrazarlo! ¡Señor, todito este pueblo lo quiere como a su hijo!». De modo que Juan, a quien había conmovido aquellos cariños, dejó la finca, dos días después de haber llegado a ella, no bien supo que los indios, a pesar de su esfuerzo, corrían peligro de que se les quitase de las manos la posesión temporal que, en espera de la definitiva, había Juan obtenido que el juez les acordase el juez, que había recibido el día anterior de regalo del gamonal un caballo muy fino.
El uno anuncia una liquidacion definitiva, por valor de 300 ó 400 ú 800 mil francos; otro participa una rebaja de un 40 por 100, á consecuencia de disolucion de sociedad, de retiracion del comercio ó de muerte: otro va á cerrar sus salones de Invierno: otro va á franquear sus salones de Estío.
Ya en otras ocasiones pudo creer Jacinta que la vuelta a los deberes conyugales sería definitiva; pero se equivocó, porque el Delfín, que tenía en el cuerpo el demonio malo de la variedad, cansábase de ser bueno y fiel, y tornaba a dejarse mover de la fuerza centrífuga.
Riquín, Encarnación y Relimpio eran, pues, los únicos que llevaban la alegría, la distracción y la esperanza a la triste celda durante un rato, que se alargaba todo lo posible, contando con la bondad de la celadora. Miquis fue a verla un día para anunciarle la visita definitiva de Muñoz y Nones. «Oye tú, gran mujer le dijo : mañana viene mi querido suegro. Recíbelo como se merece.
Lo segundo... bastará para ocasionar mi muerte. »Pero si el Cielo, si mi ángel bueno, si la felicidad de toda mi vida, hicieran que él me contestase: ¡Sí, amo a usted!... ¡Ah! está mal lo que voy a decirle, y con razón me colmará usted de reproches y maldiciones; pero entonces, monseñor, no habrá poder en el mundo que me impida ser suya y sacrificárselo todo... Todo lo arrostraría, hasta la cólera de usted... Porque, en definitiva, ¿qué podría usted contra mí? ¿Hacerme morir? ¿Y qué me importaría la muerte si había sido amada?
De este modo, y con la discreción de un lado y del otro, se ha podido lograr que la República, ni antes ni después de constituida, se mirara por esos hombres como una condición de cosas en la cual la vida era para ellos imposible, y tanto los unos como los otros, los que habían triunfado con el auxilio americano, y los que habían sido vencidos por las fuerzas unidas de cubanos y americanos; aceptaron como cosa definitiva el nuevo orden político, cooperando todos a mantenerlo, cada cual como ha querido, como ha podido o como ha debido.
Pues, bueno, te declaro una vez más que te conviertes en instrumento de la desventura de Julia ya que para evitarle una decepción definitiva serías capaz de convertirme en un cobarde criminal y la matarías. ¡No la amo! ¿Lo quieres más claro?
Se formó solo en el estudio y el trabajo, sin directores mentales, sin guías, sin tutores de su inteligencia la peor calamidad siguiendo sus vocaciones unas veces, impulsado por las necesidades otras, hasta encontrar la definitiva orientación de su espíritu, a más de la mitad de su existencia, siguiendo luego por ese camino de progreso hasta su muerte.
En nuestra historia, los inquisidores más temibles fueron de origen judío, y ¡quién sabe si una gran parte del fanatismo español no se debe a la sangre hebrea que se ingirió en la formación definitiva de nuestro pueblo!... El judío de aquellas épocas no perdía jamás de vista el negocio en medio de sus ensueños místicos, y apreciaba el oro como a algo divino. Así fue Colón.
Palabra del Dia
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