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Actualizado: 25 de junio de 2025
Veinte abriles muy galanos; cutis de ese gracioso moreno aterciopelado que tanta fama dió a las limeñas, antes de que cundiese la maldita moda de adobarse el rostro con menjurjes, y de andar a la rebatiña y como albañil en pared con los polvos de rosa arroz; ojos más negros que noche de trapisonda y velados por rizadas pestañas; boca incitante, como un azucarillo amerengado; cuerpo airoso, si los hubo, y un pie que daba pie para despertar en el prójimo tentación de besarlo; tal era, en el año de gracia de 1776, Benedicta Salazar.
Era D. Pantaleón un hombre que se hallaría entre los sesenta y los sesenta y cinco años; el cabello enteramente blanco y lo mismo el bigote, largo, poblado y caído de puntas: conservaba el cutis fresco, los dientes seguros y cierta firmeza y decisión en los movimientos, que denotaban vigor corporal.
Es un poco exagerado; pero el hecho es que se necesita una apremiante necesidad o una imprudencia infantil para aventurarse bajo aquel sol canicular que, reverberando en la arena blanca y ardiente, quema los ojos, tuesta el cutis y derrama plomo en el cerebro. Se espera la brisa con ansia, a pesar de los inconvenientes del polvo impalpable que se levanta en nubes.
Al fin de una de las calles de árboles, en sitio bastante lejano, nos encontramos á una jóven rubia, muy rubia, y de un cútis tan blanco y tan terso, que más que cútis parecia alabastro. Una mujer en la soledad, y especialmente entre árboles y flores, tiene un prestigio fascinador.
Callose; principió a retorcer entre los dedos un rizo de sus cabellos, y la rígida línea del labio superior apretado sobre los perversos dientecitos, suavizose, experimentando un ligero temblor. Dirigió la vista al suelo, y sus mejillas se tiñeron de un ligero rubor al través de las manchas de rojizo barro y de un asoleado cutis.
Tenía cabellos castaños, que le nacían desde el borde de la frente; un perfil griego de pureza perfecta, un cutis soberbio, y ojos azules con pestañas obscuras y bien trazadas cejas.
La otra hermana era también joven, acaso más que ella, más baja también, rostro blanco, de cutis transparente que delataba un temperamento linfático, los ojos zarcos, la dentadura algo deteriorada. Por la pureza y corrección de sus facciones y también por la quietud parecía una imagen de la Virgen.
No diga usted eso, Osorio, si precisamente Clementina es una de las mujeres que tienen el cutis más terso en Madrid dijo Pascuala. ¡Toma! Buen dinero me ha costado el estucado que se ha puesto en París esta primavera. Clementina seguía también la broma; pero le costaba más trabajo fingir.
Era un hombre por la estatura, un niño por la frescura y la inocencia esparcidas por su rostro; los ojos azules, el cabello rubio, el cutis terso y brillante como el de una zagala. Y con esta apariencia afeminada uno de los guerreros más bravos de la comarca.
Cuando supo que era concejal, quedó asombrada por lo joven que había llegado a ese puesto. ¡Ya ven ustedes que tontería! Por lo visto, en otros países se acostumbra a elegir sólo a los viejos. De cerca era aún mejor que de lejos. Un cutis que parece raso; una dentadura preciosa; luego una arrogante figura; el pecho levantado y ¡unos brazos!..."
Palabra del Dia
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