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Actualizado: 20 de agosto de 2024


1048 Y si alguno no se atreve a seguir la caravana, o si cantando no gana, se lo digo sin lisonja: haga sonar una esponja o ponga cuerdas de lana. EL MORENO 1049 yo no soy, señores míos, sino un pobre guitarrero, pero doy gracias al Cielo porque puedo, en la ocasión, toparme con un cantor que esperimente a este negro.

Baste decir que la dura piedra semejaba trenzados de cuerdas como si fuese cáñamo, y hasta calados de encajes, como si fuera lino.....

Llevé mis baúles a la barca, me tendí, apoyado en un rollo de cuerdas, y esperé impaciente la salida. Tenía esperanzas de que hubiera viento, porque la espuma del mar resplandecía mucho en la obscuridad. Antes de amanecer nos pusimos en franquía. No había brisa aún, el mar estaba tranquilo, las estrellas brillaban con un gran fulgor.

Don Rodrigo pasó por encima de la puerta tirando de él con cuerdas, prefiriendo esta incomodidad a la humillación de su noble depósito. A la mano izquierda están los grandes y alegres arrabales de San Roque y San Bernardo, con el jardín del rey, llamado así por haber sido de un rey moro llamado Benjoar.

Espántase, huye de allí; y por ser el más cercano, según su cuenta, da en el pueblo del narrador y refiere lo que ha visto. Acude éste allá por su cargo, acompañado en debida forma, y resulta verdad lo denunciado por el pastor. Tres eran, en efecto, los cadáveres, y de personas bien conocidas en el lugar, y bien pertrechados iban de armas de fuego... y hasta de cuerdas y navajas.

Andaba por un camino sinuoso, disfrutando de la frescura de la tarde, del olor de la hierba, de la hermosura de las cumbres iluminadas por el sol poniente. De pronto, en una revuelta del camino encontréme en presencia de un grupo que me llamó la atención. Un cretino de enorme papera estaba enganchado con cuerdas á una especie de carro cargado de heno. No le costaba trabajo arrastrar el pesado vehículo, y no veía ni los baches, ni los peñascos diseminados, tirando como una fuerza ciega. Pero llevaba al lado á un hermanito suyo, niño esbelto y agraciado, cuyo rostro era todo mirada y sonrisa.

Todo era poner espías, escuchar centinelas, soplar las cuerdas de los arcabuces, aunque traían pocos, porque todos se servían de pedreñales.

En los ángulos del techo se balanceaban, pendientes de cuerdas, los cuatro cocodrilos, negros y rugosos por el dorso, y mostrando al público el color amarillo de sus vientres y las plantas de sus patas. Las gentes del país, cuando pasaban por la Presa, creían necesario detenerse á beber un vaso en el boliche para admirar tales novedades.

En la madrugada del siete de Abril de 1880 nos embarcamos en una falúa, habiendo puesto previamente en el bote que nos había de acompañar, escalas, cuerdas, picos, barretas y cuantos instrumentos creímos habían de sernos necesarios para explorar las costas del célebre Canal que divide las islas de Batan y Cagraray.

Rodaba por otro lado el vehículo público, tartana calesa ó galera, el carromato tirado por una reata de bestias escuálidas; y entre todo esto el esportillero con su carga, el mozo con sus cuerdas, el aguador con su cuba, el prendero con su saco y una pila de seis ó siete sombreros en la cabeza, el ciego con su guitarra y el chispero con su sartén.

Palabra del Dia

beerotita

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