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Actualizado: 20 de mayo de 2025


9 para ejecutar en ellos el juicio escrito; gloria será esto para todos sus misericordiosos. Alelu-JAH. 1 Alelu-JAH. Alabad a Dios en su santuario; alabadle en el extendimiento de su fortaleza. 2 Alabadle por sus proezas; alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza. 3 Alabadle a son de shofar; alabadle con salterio y arpa. 4 Alabadle con adufe y flauta; alabadle con cuerdas y órgano.

La mano pequeña y bonita del ceguezuelo hería con gracia las cuerdas, sacando de ellas arpegios dulcísimos y esos punteados graves que tan bien expresan el sentir hondo y rudo de la plebe. La cabeza del músico oscilaba como la de esos muñecos que tienen por pescuezo una espiral de acero, y revolvía de un lado para otro los globos muertos de sus ojos cuajados, sin descansar un punto.

El aire era musical, como si en sus ondas vibrasen las cuerdas de invisibles arpas. Esta era para Freya la verdadera Grecia imaginada por los poetas, no las islas de rocas quemadas y desnudas de vegetación que había visto en sus excursiones por el archipiélago helénico. ¡Vivir aquí el resto de mi vida! murmuró con los ojos húmedos . ¡Morir aquí, olvidada, sola, feliz!...

A los pocos minutos sonó en el piso bajo un magnífico piano de cola que el comisario no había podido llevarse por la oposición del general. La voz de éste se elevó sobre el sonido de las cuerdas. Era una voz de barítono algo opaca, pero que comunicaba un temblor apasionado á su romanza. El viejo se sintió conmovido; no entendía las palabras, pero las lágrimas se agolparon á sus ojos.

Y esta intuición, este fenómeno de nuestro ser, no comprendido aún, me decía: «Ella es la que produce esa armonía sentida, dulce, lánguida; esa armonía que gime; esa exhalación; de un alma que sufre y llora como sólo puede sufrir y llorar Amparo, de una manera dulce, resignada, poética: esa es su alma trasmitida por sus dedos a las cuerdas de un instrumento

Y el inspirado vate, Envuelto por el manto Del entusiasmo santo, Exclamará profético: «Tu nombre viviráLa libertad se encumbra Sobre sangrienta pira, Y con su antorcha alumbra Las cuerdas de la lira, Que el vate pulsa altivo Al son del éco divo Del férvido huracan.

Más allá, en un espacio ancho y alumbrado por enorme ventana con reja, las cuerdas de ropa puesta a secar nos obligaban a bajar la cabeza para seguir andando. En las paredes no faltaban muñecos pintados ni inscripciones indecorosas. No pocas puertas de las viviendas estaban abiertas, y por ellas veíamos cocinas con sus pucheros humeantes y los vasares orlados de cenefas de papel.

Toca esos cinco, y hasta el sábado á bordo del Sorsogon. Mi amigo se marchó, yo me vestí y.... Han pasado dos días. Son las siete de la mañana y nos encontramos sobre la cubierta del Sorsogon. Un prolongado silbido pone en movimiento cadenas, cuerdas y motones. El complemento de la humana actividad, lo representa el acto de levar un barco. Todo se mueve, todo cruge, todo rechina.

Luego de recorrer todos los pisos del castillo central, descendió la procesión al combés, instalándose junto a la piscina. Los emigrantes, acorralados en la proa tras una valla de cuerdas, contemplaban en silencio la grotesca ceremonia. Los balconajes del castillo central llenábanse de gentío.

Treinta hombres de cráneos rapados y largas trenzas en la nuca, piel amarilla, ojos oblicuos, medio desnudos varios de ellos y otros vestidos con anchas túnicas y calzones, también anchos, de tela floreada, estaban alineados en la borda de la nave, con las cuerdas de maniobras entre las manos, dispuestos a orientar las velas a la primera orden.

Palabra del Dia

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