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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Sin contar el buen negocio que puede hacerse con la venta de las especias sobrantes. Os ruego, señor capitán, que cuando volváis á bordo mandéis á los marineros que echen un cubo de agua sobre cuantos soldados de mi mando estén todavía calamocanos.
Para llevar la conviccion hasta el último punto atengámonos al mismo ejemplo del movimiento; supongamos movido un cubo, y llamemos á sus ocho vértices A. B. C. D. E. F. G. H; todos se mueven; y el conjunto de sus movimientos, así como de los puntos que están entre ellos, forma el movimiento total.
A través de un rayo de luz que se filtraba por los ventanillos de la cúpula danzaban en espiral ascendente millones de corpúsculos de polvo inflamados por el sol. El altar, de talla antigua, brillaba discretamente en la penumbra con reflejos de oro viejo. Sobre la mesa sagrada había unos zorros y un cubo, olvidados allí hacía años, desde la última limpieza.
Involuntariamente se echó a reír, y toda la gente menuda se rió también, y sin saber por qué se sintieron muy felices. Unas semanas después de esto, y en un día caluroso, sucedió que a dos chicos pernicortos les pasó una desgracia en el umbral de la escuela con un cubo de agua que habían traído laboriosamente desde la fuente, y que la compasiva doña María tomó el cubo para llevarlo a su destino.
El hotel de Páez era el primero de los seis que adornaban la calle Principal, flanqueándola por la parte del Sur. Era un gran cubo que parecía una torre atalaya de las que hay a lo largo de la costa en la provincia de Vetusta, recuerdo, según dicen, de la defensa contra los Normandos.
El horror del suplicio inminente parecía flotar por todas partes mezclado a la niebla de la mañana. En medio del Mercado Chico se levantaba un gran cubo negro, el cadalso; y las ráfagas del Norte sacudían contra el esqueleto de pino la bayeta patibularia. Fúnebres ministros de justicia se agitaban en derredor. A eso de las diez trajeron el bufete, los candelabros, el crucifijo.
Afiló la navaja en una gran pieza de tela que sostenían dos grumetes; probó las tenazas intentando cazar con ellas la cabeza de uno de los negros, que las esquivó sumergiéndose en la piscina; apreció la densidad de la pasta blanca del cubo salpicando con un asperges de la escoba a los más vecinos; y las buenas gentes celebraban con gran regocijo todas sus travesuras.
El primer día de su estancia en los Pazos bien necesitaba chapuzarse un poco, atendido el polvo de la carretera que traía adherido a la piel; pero sin duda el actual abad de Ulloa consideraba artículo de lujo los enseres de tocador, pues no vio Julián por allí más que una palangana de hojalata, a la cual servía de palanganero el poyo. Ni jarra, ni tohalla, ni jabón, ni cubo.
¡Oh, las interminables noches de centinela en la puerta de los ministerios, la garita vieja donde entra la lluvia y en que los pies se hielan!... ¡Los coches de lujo, que salpican de barro cuando pasan!... ¡Oh, el trabajo suplementario, los días de limpieza general, el cubo pestífero, la cabecera de tabla, la fría diana en las mañanas lluviosas, la retreta entre niebla a la hora de encender el gas, la lista por la tarde, a la cual se llega arrojando el bofe!...
Pero desde el siglo XII acá, la Caaba ha debido sufrir grandes alteraciones, porque leemos en la obra de Batissier, ya anteriormente citada, que su actual figura es la de un cubo trapezoide; que la cubre un velo negro sujeto con anillos de bronce fijos en el subasamento; que su techumbre está interiormente sostenida en dos columnas y oculta con un velo de seda color de rosa; que la alumbran infinitas lámparas de oro, y que cubre su puerta una cortina bordada de oro y plata.
Palabra del Dia
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