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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Cuando forme un ángulo de 45 grados, no lo formará de 30, ni de 40, ni de 70, ni de 80: estas cosas se excluyen recíprocamente. Una porcion de materia formará diferentes figuras segun la disposicion que se dé á las partes de que se compone. Cuando formen una esfera, no formarán un cubo: estos dos sólidos no pueden existir á un mismo tiempo formados de una misma porcion de materia.
Arrastrándose como una bestia, casi a flor del suelo, llegó a ver el extremo inferior de su escala, luego los peldaños superiores, y al fin la puerta negra en mitad del cubo de la torre, que aparecía blanco bajo el fulgor de las estrellas. ¡Nadie! El enemigo había huido.
Por todos los caminos que cruzaban el terreno dirigiéndose al gran centro de población como los rayos de una rueda convergen en el cubo, oíanse el campanilleo de los collares de los caballos, el rodar de los carros, el chasquido de los látigos y el eco de voces brutales. Era el feo límite en donde comienza la actividad del torbellino de la vida de París.
El cubo del jardinero rompía un instante la capa verdosa de su superficie, dejando ver el azul negruzco de las grandes profundidades; pero apenas extinguidos los círculos excéntricos de la inmersión, volvían a aproximarse y a confundirse las verdes lentejas, y otra vez desaparecía el agua bajo su mortaja vegetal, sin un estremecimiento, sin un susurro, muerta e inmóvil como el templo en el silencio de la tarde.
El camino desciende en empinados recuestos, culebrea entre rapadas lomas, toca en un huertecillo de granados, se acosta a un plantel de oliveras, empareja con un azarbe de aguas tranquilas, pasa rozando el cubo de un molino, entra, por fin, en las huertas frescas y amenas de Elda.
Y la vejiga, con todas sus entrañas anexas, desaparecía al fin en las profundidades del vientre, mientras dos mozos, con la agilidad de la costumbre, cosían la piel. Cuando el caballo quedaba «arreglado», con bárbara prontitud, le echaban un cubo de agua por la cabeza, libertaban sus piernas de la trabazón de las correas y le daban unos golpes de vara para que se pusiera en pie.
La Fleurota había ya cargado sobre el hombro el cubo lleno de ropa y permanecía inmóvil en medio del camino, en actitud de vieja Parca meditabunda. Pensaba sin duda en que acababa de dar un buen tijeretazo en carne viva, pues así lo demostraba la limosna que el inspector general tan generosamente le acababa de hacer. En efecto, el golpe había estado bien dirigido.
Palabra del Dia
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