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Actualizado: 1 de mayo de 2025


A todo esto, la hija mayor de la Briffarde, pálida muchachona de unos doce años, estaba repartiendo entre sus hermanos el pan, la carne y unos cuantos coscorrones destinados a reprimir la indiscreta avidez de su apetito, todo esto en medio de un ruido infernal de gritos y llantos. Salgamos me dijo Luciana, sofocada por el hedor de aquella cueva y estremecida de repugnancia.

Llenos todos tres de ardiente patriotismo, todos tres animados del mejor deseo, ponian en juego cuantos medios estaban á su mano para concertar en el antiguo continente la manera de cambiar la faz política de su pais, dándole un gobierno independiente y republicano que guiase los pueblos á la prosperidad y adelantos que el movimiento general de la época y la riqueza de la América reclamaban.

No tenía poca parte en esto la generosidad de la procesada y su prontitud obsequiosa en remunerar cuantos servicios se le hacían. Lo peor de esto era que el dinero, mermado velozmente de día en día, marchaba a su completa extinción y acabamiento.

5 Mas ellos sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza y otro a sus negocios. 6 Y otros, tomando a sus siervos, los afrentaron y los mataron. 8 Entonces dice a sus siervos: Las bodas a la verdad están aparejadas, mas los que eran llamados no eran dignos. 9 Id pues a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos hallareis.

Por el centro del paseo circulaban rápidamente algunos carruajes de caballos briosos y, siguiendo la línea de las sillas de hierro, se veían parados unos cuantos simones con el jamelgo caído el cuello y el cochero tumbado en el pescante deletreando El Cencerro.

Yo, pues, agradecido a la merced que aquí se me ha hecho, no pudiendo corresponder a la misma medida, conteniéndome en los estrechos límites de mi poderío, ofrezco lo que puedo y lo que tengo de mi cosecha; y así, digo que sustentaré dos días naturales en metad de ese camino real que va a Zaragoza, que estas señoras zagalas contrahechas que aquí están son las más hermosas doncellas y más corteses que hay en el mundo, excetado sólo a la sin par Dulcinea del Toboso, única señora de mis pensamientos, con paz sea dicho de cuantos y cuantas me escuchan.

De esta suerte la paz vino a ser provechosa, quizá, para los mismos que atizaron la lucha. Transcurridos unos cuantos meses, el edificio tomó de nuevo el aspecto que acaso debió de tener años atrás.

Pues bien: en cuanto lo supe y me enteré de que había llegado en retirada Gravina con unos cuantos navíos, fui a ver si entre ellos venía el San Juan, donde estabas ; pero me dijeron que había sido apresado. No puedo pintar a ustedes mi ansiedad: casi no me quedaba duda de tu muerte, mayormente desde que supe el gran número de bajas ocurridas en tu navío.

Yo no era cazador, ni había manejado otras armas que las de adorno en los salones de tiro; ni entendía jota de ganados, ni de labranzas, ni de arbolados, ni de hortalizas, ni pintaba ni hacía coplas; y por lo tocante a la señora Naturaleza, la de los montes altivos y los valles melancólicos y los umbríos bosques y las nieblas diáfanas, y las sinfonías del «favonio blando» entre el pelado ramaje, y los rugidos del huracán en las esquivas revueltas de los hondos callejones, vista de cerca, mejor que madre, me parecía madrastra, carcelera cruel, por el miedo y escalofrío que me daban su faz adusta, el encierro en que me tenía y los entretenimientos con que me brindaba... Y a todo esto había que añadir que el invierno con sus fríos, con sus nieblas, con sus aguaceros y con sus nevascas, estaba ya cerniéndose encima de los picachos del contorno y de la casona de mi tío... Y aunque, por misericordia de Dios, no pasara yo allí más que él, ¡sería tan largo, tan largo!... ¡Cuántos libros devorados sin sacarles pizca de sustancia! ¡cuántos chamuscones en la cocina! ¡cuánta indigestión de bazofia! ¡cuántos paseos en corto! ¡cuántas rendijas del suelo contadas maquinalmente con los ojos! ¡cuántas rúbricas echadas con el dedo en los empañados cristalejos de mi cuarto!... ¡Virgen de la Soledad, qué perspectiva!

Sin duda, Que sólo puede su ingenio Ser admiración de cuantos Bebieron el sacro aliento. No tiene esa facultad La estimación que otros tiempos. Y de eso nace el no haber Quien á estudios tan supremos la atención; sino miren Con qué laureles y premios La antigüedad celebraba A los varones de ingenio.

Palabra del Dia

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