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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Estuve con él más de un mes, no por el gusto de la vida que tenía, sino por el que me daba saber la de mi amo, y por ella la de todos cuantos moriscos viven en España. ¡Oh, cuántas y cuáles cosas te pudiera decir, Cipión amigo, desta morisca canalla, si no temiera no poderlas dar fin en dos semanas!
Cuantos iban á tratar sobre asuntos tan delicados con la reina, salian sumamente descontentos por no obtener nunca una contestacion digna de aplacar los ánimos de los revolucionarios.
A las dos de la tarde entraban en Las Tres Rosas unos cuantos señores con papeles bajo el brazo, seguidos por un alguacil. En todo el Mercado, la aparición de los pajarracos de la ley produjo honda emoción.
La biblioteca nacional no puede proceder como la de un particular; para que un libro tenga la honra de entrar en sus salones es necesario que el tiempo lo garantice, pues hasta ahora no se conoce nada mejor para garantir la ciencia que una serie de años, cuantos más mejor.
Cuantos contemplaban la escena envidiaban la suerte del hombrecillo, el cual, cogiendo el caballo por la brida, se montó en él. ¡Pero cuál no sería la estupefacción general, y sobre todo la de Riffi, cuando vieron al noble bruto emprender una carrera desenfrenada en dirección de las tropas alemanas! El sastrecillo levantaba al cielo las manos, implorando a Dios y a todos los santos.
Sin embargo, contemplando al viejo guerrero con afecto, pues á pesar de nuestro poco trato mutuo, los sentimientos que hacia él abrigaba, como acontecía con cuantos le conocieron, no podían menos de ser afectuosos, pude discernir los rasgos principales de su carácter.
Es decir, que el toque estaba, como el toque del ejército militar, en llevar nuestro expediente tantos o cuantos años de servicio.
Bindoy, solo, según programa, marcha por medio de la calzada que dirige al convento á la cabeza de la música; detrás de esta, y en la misma forma que su futuro, camina muy despacio la novia, llevando sobre su cuerpo la saya más pintarrajeada que ha encontrado y cuantos objetos relucientes ha podido proporcionarse.
En esta situación, sin verdadero entusiasmo, porque reacción tan disparatada no puede inspirarle, no es extraño que los jesuítas modernos tengan todas las flaquezas y pequeñeces é incurran en cuantos vicios y pecados el autor anónimo les imputa en su iracunda y despiadada sátira.
Cuando la felicidad humana era poca y la infelicidad era mucha, aquélla alcanzaba apenas para unos cuantos acaparadores y ésta sobraba para el resto de los hombres.
Palabra del Dia
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