United States or Spain ? Vote for the TOP Country of the Week !


La Regenta sacó del seno un crucifijo y sobre el marfil caliente y amarillo puso los labios, mientras los ojos rebosando lágrimas, buscaban el cielo azul entre las nubes pardas. Ana leyó en su lecho, a escondidas de don Víctor, los cuarenta capítulos de la Vida de Santa Teresa escrita por ella misma. Fue en aquella convalecencia larga, llena de sobresaltos, de pasmos y crisis nerviosas.

Indudablemente estas confesiones de la devota son, como habrá el lector comprendido, bastante obscuras, y no dan todavía ninguna luz acerca de la crisis que indudablemente agitaba aquel purísimo y perfecto espíritu. Lo cierto es que una gran transformación se verificaba en su carácter.

Ya sabía que el llanto era la terminación de la crisis de cólera, la sedación del acceso, mejor dicho, y cuando tal sucedía, lo mejor era soltar la risa, llevando la disputa al terreno de las burlas sabrosas. «Pues , señora Doña Francisca le dijo abrazándola . ¿Creía usted que habiéndome salido ese novio tan hechicero y tan saleroso, le había de dejar yo en necesidad, sin darle para el pelo?

¡Clara! dijo doña Paulita con la expresión de estupor y gravedad del que hace un gran descubrimiento. ¿Sabe usted que su consejo es muy sabio? No creí yo ... Es verdad. Eso ¿por qué ha de ser malo? Yo siento ahora que tengo necesidad de ... salir, de andar, de respirar.... , es preciso. Estaba inmutada. Parecía que en su espíritu y en su organismo se verificaba una crisis muy transcendental.

No la había leído, por no estar traducida aún al idioma de su país, y pensaba comprar la versión inglesa. Pero la había «visto» en un cinema de Pekín. Además hay que hacer una confesión. La novela está en crisis actualmente en todas las naciones. El siglo XIX fué el siglo de la música y de la novela.

Cuando supo casualmente que estaba vivo, su corazón se dilató á tal punto que rompió á llorar, se deshizo en un mar de lágrimas. Gran sorpresa causó esto en los presentes; pero D. Nicolás el médico, que también se hallaba allí y conocía al dedillo los resortes del organismo humano, manifestó profundamente que no había que alarmarse, que aquello no era más que «una crisis nerviosa».

Es como si a un arquitecto se le dijese: «La casa construida por usted está mal cimentada, pero puede sobrevenir un terremoto y devolverle su equilibrioTodos estaban conformes en que la enferma entraba en una crisis, pero nadie, ni el propio señor Delviniotis, se atrevía a asegurar que no se terminase por la muerte. Germana deliraba. No reconocía a nadie.

Entre doña Camila y don Carlos habían ajado las rosas de su rostro; aquella turgencia y expansión de formas que al amante del aya le arrancaban chispas de los ojos, habían contenido su crecimiento; Anita iba a transformarse en mujer cuando parecía muy lejos aún de esta crisis; estaba delgada, pálida, débil; sus quince años eran ingratos: a los diez tenía las apariencias de los trece, y a los quince representaba dos menos.

Aquella crisis repentina del alma de Clara puso á D. Fadrique taciturno. Las ideas que acudían á su mente no eran para reveladas á su sobrina.

¡Gracias a Dios! la crisis, el mal ha pasado y la lánguida enfermedad ha desaparecido por fin, y la fiebre llamada «vivir» está vencida. Tristemente, que estoy desposeído de mi fuerza, y no muevo un músculo mientras estoy tendido, todo a lo largo. Pero, ¿qué importa? Siento que voy mejor paulatinamente.