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Actualizado: 18 de junio de 2025


Enseguida, dirigiéndose a Cornias, gritó: Ya está ahí... Caza escotas, que vamos en vuelta de fuera, y a ceñir... Y usted, Nieves dijo volviéndose hacia ella , agárrese bien a la brazola, y no se descuide un instante, porque esto no es la bahía... Y perdóneme si desde ahora no la hago los honores de la casa como yo quisiera, porque este caballerito es algo ligero de cascos y voy a necesitar muy a menudo poner los cinco sentidos en él.

No las tires: guárdalas en ese armario abierto... por si pregunta por ellas... ¿Se siente usted mejor, Nieves? ¿Quiere usted otro poco de la misma bebida para acabar de reaccionarse?... ¡Mira, Cornias, qué fortuna en medio de todo! Ya vuelve en ... ya está en sus cabales... ¡Bendito sea Dios!

A Nieves la despertó una pesadilla. Soñaba que al fin su padre había consentido en que Leto metiera en el agua dos tablas de la cubierta del balandro. Para conseguirlo más fácilmente, Cornias había llenado de velas todo el palo, hasta el mismo grimpolón azul con la F blanca. No cabía más lienzo allí.

Cornias era un mozo pequeñito de cuerpo y bizco de ambos ojos, nacido y criado en Villavieja. Desde muchachuelo anduvo en la botica para ciertos menesteres mecánicos. Entendía algo de cosas de la mar, porque era hijo de un pescador y de una sardinera. Cuando Leto tuvo un bote, Cornias se le cuidaba y le servía de marinero.

Habló, pues, del balandro durante una buena parte de la comida, después de ponerle, y de ponerse él mismo, a las órdenes de Nieves para dirigirle; de la hermosura y comodidad de la bahía para voltejear en ella, con una brisa bien entablada, las personas que se contentaran con poco; de la intensidad de este mismo placer recibido en alta mar; del inglés, su amigo, con quien tantas veces le había gustado; de su destreza, de su valor, de su carácter... hasta habló algo de Cornias, porque fue de necesidad que hablara de él.

Cornias no se ha andado en chiquitas: todos los trapitos ha echado al sol... ¡Qué hermoso día de mar! Oiga usted, Leto le dijo Nieves muy en reserva y después de notar con el rabillo del ojo que no la oían los que venían detrás : cuando estemos en el balandro y le hayamos visto, proponga usted a mi padre que demos un paseo por la bahía. Ya estaba yo en eso respondió Leto muy ufano.

Con esto salió de la cámara, cerró la puerta y voceó a Cornias, que ya estaba esperándole con la maniobra aclarada y la sangre helada aún en sus venas con el recuerdo del espantoso lance que no se le borraría de la memoria en todos los días de su vida.

A la faena ahora dijo Leto a su edecán, sin oír a los unos ni a los otros, porque ya estaba con la fiebre de sus glorias . Usted, Nieves, a sentarse aquí; y usted, don Alejandro, a su lado... Perfectamente... ¡Cornias!... desatraca, y a franquearnos con el foque... Bueno... Ya va... ¡Lista la driza de pico!... Yo a la de boca... ¡Iza!

A la una... a las dos... ¡Cornias! dijo en voz alta , atraca otra vez... y aguárdate así, que vuelvo enseguida.

Entonces gritó Leto a su edecán: ¡Cornias... a virar! ¡Salta escota foque! Obedeció Cornias en el aire; orzó Leto vigorosamente, y el yacht fue virando y enderezándose, hasta ponerse horizontal como le quería don Alejandro, y, según la lengua del oficio, a fil de roda, es decir, cara a cara con el viento.

Palabra del Dia

rigoleto

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