Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 18 de junio de 2025
Pues ¿cómo están allí? preguntó Nieves gozándose en el bochorno de Leto. Porque se le estaban cayendo a usted del pecho cuando la tendimos desmayada sobre el banco... y le dije yo a Cornias, después de recogerlas con mucho cuidado, que las guardara..., por si preguntaba usted por ellas. Muchas gracias, Leto, aunque ya no me sirven. Puede usted tirarlas, si le parece.
Hasta al mismo Cornias se le antoja que parece otro cuando va Nieves dentro de él. ¡Carape, cómo se gallardea entonces, y con qué gracia escora y hace hablar al aparejo, y se desliza y gatea! En fin, una pura monada.
No, señora, respondió Leto muy formal. ¡Que no? Pues si no es por usted, primero, y por la destreza de Cornias enseguida... confesada por usted mismo cuando le veía acercarse... Cornias ha cumplido con su deber, como yo he cumplido con el mío; pero usted no podía ahogarse de ningún modo... ¿Por qué?
Cuando llegó a él, no pensó siquiera en meterse en el balandro que estaba a dos brazas de la escalerilla: limitose a hacer a Cornias, ocupado en recoger el aparejo a toda prisa, algunas advertencias sobre el particular, y enseguida tomó el camino del Miradorio. Le estaba preocupando a él la cosa aquella desde el momento mismo en que había sucedido.
Entendiéndolo así Leto, a una señal muy expresiva y cuatro palabras enérgicas enderezadas a Cornias, fue el balandro recogiendo todas sus lonas, como la gaviota sus alas al posarse blandamente sobre la onda marina.
Cornias, con la agilidad y presteza de un mono, empezó a cumplir la orden desanudando la estacha de proa para largarla. ¡Espera! le dijo de pronto Leto, con una inflexión de voz que revelaba algo de extraño para Cornias.
Todas estas cosas y la cara de susto que notaron en la señorita, en la gitana y en Cornias, y de veneno en el hijo de don Adrián, tan alegrote de suyo, pusieron la curiosidad de los pescadores en una tirantez insoportable. Por lo cual, en cuanto se perdió Leto de vista, ya estaban ellos al costado del balandro acosando a Cornias con preguntas.
De puro ateo y compasivo que es; sólo que el mejor día le va a borrar alguno la sonrisilla esa de un bofetón... digo, me parece a mí... ¡Ajá!... ya estamos... Hoy no basta la mano, porque son muchos los escalones descubiertos y están algo resbaladizos: tenga usted la bondad de tomar mi brazo... ¡Atraca bien, Cornias, y ten firme!... Poco a poco, Nieves... Déjeme usted pasar primero al balandro... Deme usted su mano ahora... Muy bien... Ya estás botando, Cornias; y en el aire... ¡Listo el foque para hacer cabeza!... Pase usted a su sitio de costumbre, Nieves, que es el más seguro... Eso es... Avante vamos... ¡Listo el aparejo!
Pues, hija mía, buen provecho repuso don Alejandro : mi gusto no perjudica al tuyo. ¡Cómo que no? Como que no. Yo me quedo, y tú te vas... Pero ¿estará bien eso, papá? Y ¿por qué no ha de estarlo, canástoles? Leto y Cornias bien de fiar son en todos sentidos. ¿No te parece? A mí, sí... Pero pudiera chocar... Pues, hombre, ¡estaría bien que hubiéramos venido a Peleches para eso! ¡Bah, bah, bah!
Después hablaremos de estas rociadas, amigo Cornias... ¡Buena cabezada! Gracias que dimos en blando... La arribada ahora... Dos tablas, y sin carnero a bordo... ¡y qué andar, carape!
Palabra del Dia
Otros Mirando