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Actualizado: 15 de junio de 2025


Semejante camino, hasta donde llegan las copas de los abetos más altos que suben del precipicio, tiene algo de siniestro, pero es seguro; si no se siente el vértigo, no hay peligro alguno en recorrerlo. Por encima, formando una media bóveda, avanzaba la roca cubierta de ruinas.

En una gran sala de la casa solariega de los Oscos, amueblada con cuatro trastos viejos, tapizada con dos dedos de polvo, se encuentran sentados a una antigua mesa de roble dos conocidos personajes de esta historia. Uno es el propio barón, dueño de la casa. El otro, su amigo Fray Diego. Tienen delante un tarro de ginebra vacío, otro a medio vaciar y sendas copas.

Aquel rey de bastos, con hopalanda azul ribeteada de colorado, los pies simétricamente dispuestos, la gran maza verde al hombro, se le figuraría bastante temible si supiese que representaba un hombre moreno casado don Pedro . La sota del mismo palo se le antojaría menos fea si comprendiese que era símbolo de una señorita morena también Nucha . A la de copas le daría un puntapié por insolente y borracha, atendido que personificaba a Sabel, una moza rubia y soltera.

Tablas miró a un palo que en el rincón de la sala había, y que sin duda iba a intervenir como tercer personaje en aquella escena. , reina soy y ama de todo bramó Nazaria pálida y furiosa, extendiendo los brazos . Mío es el pan que comes, mía la ropa que vistes, mío el tabaco que fumas, y mías las copas, las copas.... No pudo decir más porque la ahogó la tos.

Tras el café vinieron las incitantes copas, y también les hizo escrúpulos el profesor; no así el modelo, que se llenó el cuerpo de ron hasta que ya no podía más, sin que por eso se perturbase su sólida cabeza, que debía de ser un alambique. Mientras comían, vieron pasar a Maximiliano Rubín, que salía del café; pero como él no aparentó verlos, no le dijeron nada.

El honorable padre de la Moñotieso, como hombre versado en sus deberes, sin esperar invitaciones, sacó a su otra hija al centro de la habitación y comenzó el baile con ella. Rafael se alejó prudentemente, después de beber dos copas. No quería estorbar la fiesta con su presencia.

Turbada, sin embargo, se levantó a desprenderse el velo, dando la espalda al hermano, por temor de que sus colores la vendieran; y se puso a mover platos y copas para mejor disimular.

Este matrimonio nos trae al magín un soneto que escribimos, allá por los alegres tiempos de nuestra mocedad, y que, pues la ocasión es tentadora para endilgarlo, ahí va como el caballo de copas: Caséme por mi mal con una indina, fresca como la pera bergamota; trájome suegra y larga familiota y por dote su cara peregrina.

El Nacional iba enumerando las ventas de los días anteriores: tanto de copas, tanto de vino de la tierra servido a las casas; y la vieja le escuchaba con la atención de una mujer que ha sufrido miserias y sabe el valor del dinero contado a céntimos. Sebastián hablaba después del aumento de sus negocios. Un despacho de tabaco en la misma taberna le iría como de perlas.

La niebla que hasta entonces cubriera el valle comenzó á disiparse, flotando en grandes jirones que rozaban por un momento las copas de los árboles y luégo se elevaban desvaneciéndose en el espacio. El sol iluminó entonces los alrededores de la roca convertida en fortaleza y nobles y arqueros contemplaron con admiración la vasta fuerza que los cercaba.

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