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Actualizado: 15 de junio de 2025


Cuando De Pas entró en el templo hubo un murmullo en los bancos de la plataforma, semejante al rumor de una ráfaga que rueda sobre las copas de los árboles.

Alejado, bien alejado, de las grandes rutas por donde en invierno cruzan los numerosos turistas ingleses, americanos y alemanes, solitario e inexplorado, visitado sólo por los sencillos contadini de las montañas, el rumoroso río serpentea formando tortuosas curvas y caprichosos recodos, alrededor de ángulos puntiagudos, y bajo inmensos árboles con sus copas inclinadas, en torno de grandes peñascos y piedras enormes, gastadas y suavizadas por la acción del agua a través de los siglos.

Se oyen los sones de una música lejana. Una noche estrellada de primavera. Un viejo jardín salvaje, limitado por un ancho foso. Una escalinata ennegrecida y casi en ruinas. Sobre las copas de los árboles se alza la masa sombría del castillo. Todas las ventanas están iluminadas. Sobre el muro almenado acaban de encender barriles de alquitrán, que lanzan fulgores siniestros.

¡Viva el papa soberano de todos los reyes de la tierra! exclamó después de largo silencio, en que ambos parecían dormitar, Fray Diego. Al mismo tiempo dio un tremendo puñetazo sobre la mesa que hizo bailar los tarros y las copas. El barón no se conmovió poco ni mucho.

Los entusiasmos, los crímenes, la alegría, los amores, todo era producto del vino, como si aquel pueblo, que aprendía a beber apenas soltaba el pecho de la madre y contaba las horas del día por el número de copas, careciera de pasiones y de afectos, fuese incapaz de moverse y sentir por propio impulso, necesitando para todos sus actos el resorte de la bebida.

9 Y vino a uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete postreras plagas, y habló conmigo, diciendo: Ven, yo te mostraré la Esposa, mujer del Cordero. 11 teniendo la claridad de Dios; y su lumbre era semejante a una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, resplandeciente como cristal.

Y se agitan los disfraces en tumulto pintoresco, y fascinan con sus ropas, con sus ropas policrómicas, con su rostro pierrotesco, y entre rápidas volutas del furioso torbellino, burbujea efervescente, hasta el borde de las copas delicadas y sonoras, la alegría del buen vino.

Las copas me venían a la boca por docenas, como si quisieran ahogarme. Algunos se abrazaron a , mojándome el cuello con lágrimas de embriaguez.

Esta mortificante decepción se le aparecía como un anillo más de la cadena de hechos dolorosos que iban sucediéndose desde su llegada a Val-Clavin. Una fresca brisa que bajaba de las alturas inclinaba muellemente los sembrados y movía con levísimo rumor las copas de los árboles.

A decir verdad, más de un montañés valiente, padre de familia, al ver subir aquella selva de bayonetas, a pesar de las descargas, pensó que quizás hubiera sido más prudente haberse quedado en la aldea que meterse en una aventura semejante. Pero, como dice el refrán, «cuando el vino está servido hay que apurar las copas».

Palabra del Dia

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