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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Se vaciaron las copas sin ninguna alegría; pero el añejo rikevir, al penetrar en la sangre de aquellas buenas gentes, no tardó en reanimarlos.
Cerca de media noche, sudorosos de tanto bailar y de las numerosas copas de aguardiente de caña fabricado en los ingenios de Tucumán que llevaban bebidas, entraron en una casa de la misma especie, donde al son de un arpa bailaban varias mujeres con unos jinetes de estatura casi gigantesca.
Un doble toldo nos preservaba del sol, mas no de las brisas marinas que acariciaban los festones de la lona y de la potente luz de los trópicos que descomponía sus rayos en las talladas copas.
Ella marchaba al mismo paso que yo, con una agilidad de campesina; en sus miradas se expresaba alternativamente la timidez, la audacia y el enfado. El día estaba gris, el mar lleno de bruma; el viento silbaba entre los árboles, agitando las hojas rojizas de las hayas que aun quedaban en las ramas y las copas negruzcas de los pinos. Grandes gotas de agua sonaban en la hojarasca seca.
Sobre el azul intenso del cielo destacaban las copas verdinegras de algunos pinos; el ramaje, entre morado y carminoso, de los árboles del amor, fingía detalles de fondo japonés, y de los recuadros encharcados se alzaba el olor penetrante de la tierra mojada.
Nuestros vecinos de los demás cenadores debían de haber alcanzado el mismo grado feliz de temperatura. No se oían más que gritos descompasados, campanilleo de copas, carcajadas groseras y blasfemias. El conde no se había dado por satisfecho con la victoria alcanzada sobre el inglés.
La pluma, divagando por la bóveda del salón sintió que desde la mesa subían á acariciar sus sentidos los dulces vapores de la mesa, y se embriagaba con la fragancia de los vinos, escanciados sin cesar en copas de oro.
Había allí concordancias de la sota de bastos con el ocho de copas, que anunciaban nada menos que amores secretos de mucha duración; apariciones del ocho de bastos, que vaticinaban riñas entre cónyuges; reuniones de la sota de espadas con la de copas patas arriba, que encerraban tétricos augurios de viudez por muerte de la esposa.
¡Bravo! ¡bravo! gritaron Paco y Edelmira, que también se sentían muy jóvenes; y obligaron a don Víctor a chocar las copas.
Señores oficiales, se conoce que hay chispa añadió el alcalde ordinario don Tomás Muñoz, y que era, en cuanto a sutileza, capaz de sentir el galope del caballo de copas . Pero no en vano empuño yo una vara que hacer caer mañosamente sobre esos pícaros que traen al vecindario con el credo en la boca. Donde se comprueba que a la larga el toro fina en el matadero y el ladrón en la horca
Palabra del Dia
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