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Actualizado: 15 de junio de 2025
Los ribazos de este segundo arroyo se encuentran tambien guarnecidos, como los del anterior, de árboles tan inmediatos los unos á los otros, que con dificultad se abren paso las canoas por en medio de ellos, sobre todo, hallándose las aguas casi á la altura de sus copas.
Y luego de chocar las copas quedaron silenciosos, mirando atentamente los adornos de aquel salón, como si lo viesen por vez primera y quisieran llevarse impresa su imagen en el recuerdo. No se habían fijado hasta entonces en los escudos que adornaban las paredes entre guirnaldas doradas de frutas y hojas.
8 Y fue el templo lleno de humo por la majestad de Dios, y por su potencia; y ninguno podía entrar en el templo, hasta que fuesen consumadas las siete plagas de los siete ángeles. 1 Y oí una gran voz del templo, que decía a los siete ángeles: Id, derramad las copas de la ira de Dios sobre la tierra.
Hacia aquel ejido, en el cual había un poste con letrero anunciando venta de solares, caían las tapias de la huerta del convento, que eran muy altas. Por encima de ellas asomaban las copas de dos o tres soforas y de un castaño de Indias.
El Sol comenzaba á esconderse detrás de las copas de los altos árboles, de que se componía el monte donde tenía lugar la trágica contienda. De pronto un pequeño grupo de rebeldes se deja ver sobre una pequeña loma cercana al lugar en que la caballería se encontraba, el capitán Perdomo no se hizo esperar.
Todo envidia, pura rabia porque él encontraba amigos que le convidasen, y ella, gustándole mucho el vino, tenía que contentarse, cuando más, con las «cortinas», o sea con lo que queda en el fondo de las copas. Vivían en una especie de gallinero al extremo de un corral ocupado por montones de basura.
La mesa continúa en el mismo silencio. Cada cual lleva los manjares á la boca y los traga cual si desempeñase una tarea grave y solemne. El choque de los platos y copas y los pasos del criado son los únicos ruidos que á menudo se perciben en el espacioso comedor.
En el centro de cada mesa, segun el uso del establecimiento, se presentaban cuatro platitos de colores con cuatro pasteles cada uno, y cuatro tazas de té con sus correspondientes cubiertas, todas de porcelana roja; delante de cada banquillo se veían una botella y dos copas de luciente cristal.
Estaban hablando, cuando pasó un pintor de panderetas, también vecino, y ambos le convidaron a unas copas. «Váyanse al rábano, ordinariotes...» pensó Ido, y les dio las gracias, separándose al punto de ellos. Andando más vio un ventorro en la acera derecha de la Ronda... «¡Comer de fonda!». Esta idea se le clavó en el cerebro.
Enfrente estaba la chata columnata, sobre cuyas barandillas asomaban sus copas puntiagudas los cipreses del jardín. Por encima del tejado del claustro veíanse las ventanas de la segunda fila de habitaciones, pues casi todas las casas de las Claverías tenían dos pisos.
Palabra del Dia
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