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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Hemos brindado juntas muchos <i>paternoster</i>, a modo de copas de vino, en esta iglesia del Carmen y en obsequio de nuestros respectivos difuntos. Señora más enseñorada no la hay en todo Cádiz. En generosidad no, pero en principalidad se monta por encima de cuanta gente conozco, que es medio mundo.
El balcón del gabinete daba al Parque: incorporándose en el lecho, veía detrás de los cristales las copas de algunos árboles que brillaban con la hoja nueva, rumorosa, tersa y fresca. Gorjeos de pájaros y rayos de un sol vivo, fuerte y alegre la hablaban de la vida de fuera, de la naturaleza que resucitaba, con esperanza de salud y alegría para todos.
No hay duda dije yo, al notar, mientras estaba agachado, recogiendo el resto del paquete, que todas ellas, tanto por el anverso como por el reverso, tenían catorce o quince letras escritas, en tres columnas, todas, por cierto, enteramente ininteligibles. Las conté. Formaban un paquete de treinta y una cartas, faltando el as de copas, que habíamos encontrado antes.
Al acercarse la hora indicada, tomó de la mano á Perla, su constante compañera, y partió en busca del Sr. Dimmesdale. El camino no era más que un sendero que se perdía en el misterio de una selva virgen, tan espesa que apenas podía entreverse el cielo al través de las copas de los árboles. Ester la comparó á la soledad y laberinto moral en que había estado ella vagando tanto tiempo.
Una criada, toda azorada, retira el capón en el plato de su salsa; al pasar sobre mí hace una pequeña inclinación, y una lluvia maléfica de grasa desciende, como el rocío sobre los prados, a dejar eternas huellas en mi pantalón color de perla; la angustia y el aturdimiento de la criada no conocen término; retírase atolondrada, sin acertar con las excusas; al volverse tropieza con el criado que traía una docena de platos limpios y una salvilla con las copas para los vinos generosos, y toda aquella máquina viene al suelo con el más horroroso estruendo y confusión.
¿Por qué no sangras á ese cerdo? dijo Joyana al oído á su amigo. Plutón guardó silencio. Se escanció dos copas de aguardiente y se las vertió en el estómago una tras otra. Luego se alzó del asiento y se acercó con indiferencia al grupo en que se hallaba Martinán. ¡Jesús! exclamó éste poniéndose pálido. ¡Me han herido! Se llevó ambas manos á la cintura, vaciló un instante y cayó desplomado.
Por cada uno que se tragaba era preciso que la Morana le sirviese una copa de ginebra, la cual vertía cuidadosamente en un frasco que llevaba al efecto en el bolsillo. Si eran seis cuarterones, seis copas; si ocho, ocho. Toda esta ginebra pasaba delicadamente a su estómago en pequeños sorbos después que se había metido en la cama. «¿Pero don Segis, cómo se bebe usted tanta ginebra de una vez?
La idea de que algún conocido le viese a aquellas horas caminando a pie, le causaba gran vergüenza, dando por seguro que había de adivinar su intención. El aire era fresco y le penetraba hasta los huesos, aunque rara vez había sentido frío en su vida. Los árboles, como negros fantasmas alineados a lo largo de la carretera, dejaban salir de sus copas blando rumor melancólico.
¡Lo que me ha costado todo esto! dijo el contratista con un orgullo pueril . Pero usted, don Ricardo, que es un joven de buena familia y ha visto mucho, ¿no es verdad que lo encuentra muy... chic? Al volver al comedor, una criadita indígena, con larga trenza colgando sobre la espalda, puso en la mesa botellas y copas.
Los laureles crecían rectos hasta llegar a las barandillas del claustro alto; los cipreses agitaban sus copas como si quisieran escalar los tejados; las plantas trepadoras se enredaban en las verjas del claustro formando tupidas celosías de verdura, y la hiedra tapizaba el cenador central, rematado por una montera de negra pizarra con cruz de hierro enmohecido.
Palabra del Dia
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