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Actualizado: 8 de mayo de 2025
En el modo de dejar guantes, bastón y sombrero, cada cosa por su lado; en la manera de sentarse, en la confianza y familiaridad de su lenguaje, en todo parecía, no un amigo, sino el amo de la casa. Para colmo de atrevimiento se convidó a comer, diciendo con el mayor desparpajo: Aquí me quedo... Solitos... Lo único que siento es tener que marcharme luego.
En fin, tanto hizo, que por el más extraordinario camino del mundo supo la verdad; porque yo apretaba en lo del casamiento, por papeles, bravamente, y él, acosado de ellas, que tenían deseo de acabarlo, andando en mi busca, topó con el licenciado Flechilla, que fue el que me convidó a comer cuando yo estaba con los caballeros, y este, enojado de cómo yo no le había vuelto a ver, hablando con don Diego, y sabiendo cómo yo había sido su criado, le dijo de la suerte que me encontró cuando me llevó a comer y que no había dos días que me había topado a caballo muy bien puesto, y le había contado cómo me casaba riquísimamente.
La hija de Escudero sufría mucho con esta repulsa, pero la encontraba justificada y aun por ella profesaba hacia el duque un respeto sin límites. La duquesa, en cambio, se le había mostrado propicia. La saludaba desde su coche en el Retiro con extrema amabilidad, la convidó a su palco del Real dos o tres veces y le envió un precioso regalo el día de su cumpleaños.
Pero ¿dónde vais con ese ministro? dijo el portero. Montiño creyó que debía ser prudente y contestó sin vacilar: Es un amigo á quien convido. ¡Ah! dijo el portero creía... Venid, señor ministro, venid; vamos á las cocinas... Y subieron por unas escaleras. No hay como ser cocinero de su majestad para convidar á los amigos sin disminuir los ahorros se quedó murmurando el portero.
Currita convidó a comer a Martínez y a Jacobo, y ambos aceptaron; mas este quiso llegar antes a su casa para quitarse el uniforme. En la bandeja destinada en la antesala a recibir las tarjetas y las cartas, vio un gran oficio entrelargo y lo recogió al paso, mientras le quitaba Damián la blanca capa de santiaguista, con la roja cruz en el lado izquierdo.
Hablamos cuatro palabras nada más; y volví y me colé en la casa; y me hice amigo de la tía y hablamos; y una tarde salió el picador de entre un montón de banastas donde estaba durmiendo la siesta, todo lleno de plumas, y llegándose a mí me echó la zarpa, quiero decir, que me dio la manaza y yo se la tomé, y me convidó a unas copas, y acepté y bebimos.
El viejo no hizo caso: siguió afanoso en su tarea. Gazpacho, no dijo otro . Mejor será que nos convides a un billete de cien pesetas. A ti no te convido. A Anselmo, sí dijo el duque tartamudeando mucho y mirándole airado. ¡Toma! ya sé por qué convidas a Anselmo; porque te anda con el bulto. Descuida, que si es por eso ya me convidarás. Los otros soltaron la carcajada.
Verás el que va a salir en contestación. Por pasar el rato iremos allá dije disponiéndome a salir. Esta noche añadió iremos a casa de Poenco. Te convido a echar unas copas... Magnífica idea. Cuando la señora doña María duerma sale usted, se mete la llave en el bolsillo, y a casa de Poenco... Pasaremos una buena noche. Sé que estarán allí María Encarnación y Pepilla y la Poenca.
En los viajes anteriores, la vista de la gigantesca Virgen dorada, que brilla como una lanza de fuego en lo alto de Nuestra Señora de la Guardia, esparcía el regocijo sobre el puente del buque. ¡Marsella, Tòni! decía el capitán alegremente . Te convido á una bouillabaisse en casa de Pascal.
Sucedióle un dia que quiso dar un banquete á una dama, que, en vez de admitirle, se fué á cenar con Zadig; y otra vez, estando ámbos hablando en palacio, se llegó un ministro que convidó á Zadig á cenar, y no le dixo nada á Arimazo. En tan flacos cimientos estriban á veces las mas crueles enemigas.
Palabra del Dia
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