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¡Que brillo por mi ausencia!... ¿Pero qué disparates está usted diciendo, Sr. de Ponte? O es que no entendemos nosotras, las mujeres de pueblo, esos términos tan fisnos... Ea, quédense con Dios. Yo vuelvo pronto, que tengo que dar de almorzar a la niña y a los señores gatos. Y aunque el Sr. D. Frasquito no quiera, ha de hacer aquí penitencia. Le convido yo... no, le convida la señorita.

La pobre señora me convidó y yo la convidé; luego volvió a obsequiarme, y yo, por no ser menos, le devolví el obsequio. Total, que en automóviles, refrescos, frutas del país y demás, se me fue el dinero. A lo último me quedaban diez pesetas, y me las gasté en sellos y postales, enviando recuerdos a los amigos y amigas de España. No me queda ni una mota. ¡Limpia por completo!

El director procuró escurrir el bulto, le dio algunos quiebros con maestría y varios pases, pero al fin fue cogido en la misma cuna; quiero decir, que el joven le convidó un día a almorzar, le llevó engolosinado ofreciéndole la perspectiva de unas cuantas docenas de ostras empapadas en Sauterne, y como postre le descerrajó el drama a quema ropa. El drama era efectivamente un tiro.

Pero no se había encontrado a su antiguo amor, hecha un pingo, y la convidó a tomar un café en aquel apartado establecimiento. Más de dos horas estuvieron charlando los que fueron amantes, y ella no paraba el pico refiriendo los malos tratos que le daba el hombre que a la sazón era su dueño. Volvieron dos noches después a la misma mesa, y Rubín trabó conversación con ellos.

Nicanora salió a la puerta: «Hoy está atroz... Si yo cogiera al lipendi que le convidó a magras...». ¡Venga usted acá, dama infiel! le dijo el frenético esposo, cogiéndola por un brazo. Hay que advertir que ni en lo más fuerte del acceso era brutal.

Será para cuando acabe la guerra, porque ahora no está el horno para bollos dijo Marijuán . Yo también voy a casarme con una muchacha de Almunia, que tiene siete parras, media casa y burro y medio de hijuela. También será cuando acabe la campaña, y a todos les convido a mi boda. ¿Y , Gabriel, no piensas casarte?

Y concluyó por sonreír, y al cabo de un gran rato le dijo: «Amigo Ballester, le convido a usted a Variedades esta noche. ¿Quiere?». ¿Pues no he de querer? Bueno va. Pedradas de esas vengan todos los días, ilustre amigo mío. Iremos... en el bien entendido de que venga Padilla esta noche a quedarse de guardia. Vamos ahora, mi queridísimo colega, a hacer estas píldoras de protoioduro de mercurio.

Entonces el rey dijo para : Si este hombre puede hacerme un palacio tan magnífico, puede hacer lo mismo para otro rey. Yo no quiero que otro rey tenga un palacio tan bueno, tan magnífico, como el mío. 10 ¿Qué haré? Un día convidó a comer al arquitecto famoso y le preguntó si podría hacer otro palacio como el que había concluido. El arquitecto contestó que .

Como ya el sol declinaba, después de haberle enseñado un lagar, que acababa de construir para la sidra, D. Restituto llevó de nuevo a su penitente a casa y le convidó a chocolate. Pero el excusador no se sentía aún bien. Además tenía prisa. Rehusó todo convite y emprendió el camino de Peñascosa. El cura le acompañó un buen trecho.

Tanto le convidó a comer, colocándole junto a ella, tantas veces les dejó solos a tiempo de que se les transparentara el alma, tales cosas hizo para que mutuamente se conociesen y apreciasen, que al fin llegaron a entenderse.