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Actualizado: 4 de mayo de 2025
La rectoral daba señales de su esplendor pasado; su aspecto era conventual; al entrar y apearse en el zaguán, los señores de Ulloa sintieron la impresión del frío subterráneo de una ancha cripta abovedada, donde la voz humana retumbaba de un modo extraño y solemne.
Los ojos, habituados a la suavidad de los tabiques blancos del piso inferior, a su penumbra ligeramente azul, que le daba el aspecto de un paseo conventual, parpadeaban por exceso de luz en esta cubierta de arriba, donde vastos espacios quedaban a cielo libre, caldeándose las tablas bajo el fulgor solar. Algunos toldos extendían sombras rectangulares y negruzcas sobre el suelo amarillento.
Vienen despues: Nuestra Señora de la Merced, de época incierta, fundado extramuros en la antigua ermita de Sta. Eulalia. Rodrigo de Ordoñez, conventual del de S. Pedro de Gumiel.
Eran las amigas de Lucía Rosarito, la hija de la fondista doña Agustina; Carmen, la sobrina del magistral, y varias doncellas de análoga posición, entre las cuales muchas soñaban con el blando sosiego, con la apacible uniformidad de la vida conventual, y hacían pintura tentadora de las delicias del claustro, del sentimiento suavísimo del día de la profesión, cuando coronadas de flores bajo el cándido velo, se ofreciesen a Cristo, con el refinado dulzor de añadir: «para siempre, para siempre». Oíalas Lucía sin que una sola fibra de su ser respondiese, vibrando, a aquel ideal.
Era el primer momento de tranquilidad y alegría que había tenido el joven en algunos días. El antiguo hotel con sus habitaciones grandes, de alto techo; sus corredores en discreta penumbra y su calma conventual, le parecía un lugar de delicias, un ameno retiro en el que se consideraba libre ya de las murmuraciones y luchas que le habían oprimido como un círculo infernal.
Enfrente de la mesa, un banco conventual y tres sillas desvencijadas, para los clientes que esperaban audiencia. Las paredes blanqueadas con cal, el piso ladrillado y sucio. ¡Qué falta hacían allí unas escupideras! Tenía mejor aspecto el gabinete de Castro Pérez. Paredes, piso y techo iguales a los de la otra pieza.
Lindante con el antiguo caserón de aspecto conventual había un gran jardín, y en su centro, una casa ceñida por macizos de verdura y sombreada por álamos y olmos seculares. Casa y jardín decían con mudas voces que en ellos habitaba mujer, y mujer joven.
Para los ojos, todo era paz en el huerto conventual; para el oído, la querellosa algarabía de los gorriones vespertinos. Belarmino se sentaba al pie de las tapias y contemplaba las praderas, de velludo amarillento, que vahaban un aliento tenue y opalino. También él tenía un alma rasa y suave de pradera, esfumada en neblina.
Representaba para él un placer exquisito dejar que se deslizase el tiempo sentado en un diván que aún parecía guardar la huella del cuerpo de Julio, viendo aquellos lienzos cubiertos de colores por su pincel, acariciado por el calor de una estufa que roncaba dulcemente en un silencio profundo, conventual.
Adriana sintió algo semejante a la sensación de irrealidad que le sobrevino algunas veces, en la paz conventual, cuando se ponía de rodillas ante el Jesusito del claustro. Le pareció, de pronto, que se transportaba en cuerpo y alma a una región ideal. Pensó en el milagro de la Asunción. ¿"Estoy loca"? se dijo con un sobresalto dulcísimo.
Palabra del Dia
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