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En cambio, , ¿qué has sacado de tu amistad con el ministro Eneene? ¡un cuerno torcido! Estoy segura, como si lo estuviera viendo, que te ha ofrecido más de una vez participación en esos negocios que ellos hacen, y has contestado que no, por temor al qué dirán... ¿Dónde has dejado ese talento, que yo te reconozco? ¿para cuándo lo guardas? Esta era la ocasión de mostrarlo.

Velázquez había saludado á Soledad fríamente en casa de Pepa durante la ceremonia. Aquélla le había contestado con mayor frialdad aún. Luego no habían vuelto á dirigirse la palabra ni á mirarse siquiera. Mientras duró la comida el majo afectó mucha alegría y prodigó á su pareja mil delicadas atenciones procurando hacerlas bien ostensibles.

A esto había contestado Serafina con extraña sonrisa: «Pero si tu mujer vive a lo gran señora, despreocupada, y sabe lo que es el mundo...». Esta idea de la tolerancia perversa de su mujer sublevaba los sentimientos morales de Bonis; no admitía la hipótesis. «No; su mujer no podía despreciarle ni despreciarse hasta ese punto». En fin, no transigió.

Y Azorín ha contestado: Yo imagino, Sarrió, que usted ya se regodea con las pechugas de esos patos. Y esos patos son de un buen hombre que es obispo. Este hombre, además de ser obispo, es un poco sabio y un poco artista, y en los ratos que le dejan libre sus cuidados se asoma al río y va echando migajas a los patos. San Bernardo era también amigo de los animalillos que Dios cría.

Francisco De Pas, un licenciado de artillería, que entraba mucho en casa del cura, de quien era algo pariente, la había requerido de amores y ella le había contestado a bofetadas el cura se puso colorado; se acordó de la patada que había recibido él pero el licenciado había sido terco, y había vuelto a requebrarla, y a prometerla casarse en cuanto sacaran el estanquillo que le tenían prometido los del Gobierno; ella se había tranquilizado y desde entonces admitía al habla aquel buque sospechoso.

Cuando la multitud ya había pasado, me dirigí a una mujer casi octogenaria que seguía con paso más lento a la comitiva, a causa de su avanzada edad, preguntándole el nombre de la persona a quien llevaban a enterrar. «¡Ay, señor! me ha contestado sollozando , no puede usted haber dejado oír de hablar de la buena Cornelia.

Aquella mujer que no comprendió que mi mujer no la comprendia, se me quedó mirando, como si esperase que yo la explicara el asunto. Mi señora ha contestado á usted, la dije, que no entiende el francés. La mujer se quedó parada, y echaba unos grandes ojazos á mi compañera, al mismo tiempo que exclamaba con mucho asombro: ¡Madame ne comprend pas le français! ¡La señora no entiende el francés!

Si él la hubiera suplicado que lo siguiera amando, que no le abandonara, y si ella le hubiera contestado que no quería seguir siendo suya, se explicaba el asesinato; pero ¿era creíble que la Condesa, que había seguido siéndole fiel y sumisa a pesar de su mal trato, se hubiera rebelado al verle penitente y culpable?

Esto lo sabía muy bien don Simón; y para mayor pesadumbre, ignoraba, a aquellas horas, la actitud en que el hidalgo se hallaba con respecto a él; pues la única carta en que había contestado a las muchas que se le escribieron desde la ciudad pidiéndole su apoyo, tanto tenía de dulce como de amarga.

Las estrellas a que nos hemos dirigido sólo nos han contestado una cosa: «Partieron sin dejar señas.» ¡, sin dejar señas! ¡Proserpinita querida! ¿Dónde estás? MARCIO. , señores sabinos, es una respuesta bien extraña por parte de los astros.