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El asunto era de los que no se disputan largo tiempo, porque todos los interesados saben que bajo motivos ostensibles se oculta otro, que es el verdadero, y que por común acuerdo todos saben que no puede ser discutido ni contestado.

Había en la naturaleza de Simón algo refractario a lo imposible. Para él, dentro de lo humano, todos los hombres eran capaces de todo; y si cuando le tocó la suerte de soldado alguien le hubiera dicho en broma «adiós, mi general», él, encogiéndose de hombros, de seguro habría contestado muy serio para sus adentros: «¿Quién sabe?...»

Adoraba a su hijo, vivía temblando de que le pasara algo, pero, a pesar de todo, había querido que fuera militar. Al decidir la aventura que terminó con la detención de la diligencia y al oir las observaciones de su hija al malhadado proyecto, había contestado: Los carlistas son españoles y caballeros y no pueden hacer daño a unas señoras.

Y decía: «Que me devuelvan mi bastón... mi bastón de vuelta, ¿eh?... un bastón que tiene una chapa de plata... una chapa de plata que hace un ruido al caminar, ¿eh?»... Y luego en la agonía le ha gritado: «¡Mi bastón, mi bastón!»; y ha muerto. ¿No le parece a usted raro, Azorín? Y Azorín ha contestado: No, querido Sarrió, no me parece raro.

Me envió un telegrama desde Niza preguntando por tu salud a los tres días de la desgracia. Indudablemente se enteró por los periódicos. Han hablado de ti en todas partes, como si fueses un rey. El apoderado había contestado al telegrama, no sabiendo después nada de ella.

Verdad es que la misma pregunta se hacía respecto al género humano en general. ¿Valía la pena aceptar la existencia, aun á los más felices entre los mortales? Por lo que á ella misma tocaba, tiempo hacía que la había contestado por la negativa, dando el punto por completamente terminado.

Pero me voy; ya os he dado el mensaje que os traía, y me espera su majestad y salió. Apenas había salido doña María, cuando entró una doncella. Señora dijo , un caballero pregunta por vos; yo le he dicho que no acostumbrábais á recibir visitas, pero me ha contestado riendo, que estaba seguro que vos le recibiríais. ¿Cómo se llama ese caballero? Se llama don Juan... don Juan... ¿Téllez Girón?

Rumalda, no tengo tabaco dijo el atleta ; bájate al estanco... pronto, chica.... Pues como iba diciendo, si a un hombre como yo, que es todo pólvora, se le hubiera preguntado con decencia dónde había pasado el día y qué negocios traía con el futraque, el hombre habría contestado como un caballero. ¡Si aquí no hay misterio...! Que un señor, a quien conocí en casa de D. Felicísimo, viene a buscarme y me dice: «Sr.

Y como las palabras que él sabía únicamente expresaban cada cual una cosa, ha inventado un nuevo idioma en que cada palabra indica varias cosas, por lo menos la serie de cosas que producen la cosa más particularmente designada por cada palabra. Bien; pero no ha contestado aún a mi primera observación. Allá voy.

»Además, allí me lleva el deseo de verla a usted, a quien debo una expiación por mis culpas. Sus cartas, esas cartas que me han seguido y a las que no he contestado, han conmovido mi ser.