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Actualizado: 30 de junio de 2025
Ya hemos visto que el padre Aliaga conspiraba de una manera sorda. Hemos indicado también que había sabido hacerse necesario á Felipe III de tal modo, que Lerma, desesperado de poderle alejar de la corte, en vista de repetidas é inútiles tentativas, había acabado por procurar atraérselo á fuerza de honores y distinciones.
La vida había recobrado su curso regular, cicatrizando las heridas, reparando los desastres, amortiguando la amargura de las añoranzas. Ya no se conspiraba, se censuraba apenas; se esperaba. Finalmente, en un ángulo del salón había una mesa de juego para los hijos, y allí cuchicheaba, mientras se barajaban los naipes, el grupo joven, los representantes de lo porvenir, es decir, de lo desconocido.
Don Baltasar es muy suave, pero eso no quita, no, señor; don Baltasar conspiraba... Y si no, ¿por qué andaban hoy en palacio tan graves y tan cariacontecidos el conde de Olivares y el duque de Uceda sin poder entrar en la cámara del rey? ¿Y por qué estaba tan alegre el duque?
Por allí andaban Foja, los dos Orgaz y algunos otros de los socios del Casino que asistían a las cenas mensuales en que se conspiraba contra el Provisor. El ex-alcalde se multiplicaba, entraba y salía en casa de don Santos, bajaba con noticias, le rodeaban los amigos. Está espirando. ¿Pero conserva el conocimiento? Ya lo creo, como usted y como yo. Era mentira.
¡Sí, sí! ¡Esto es una iniquidad! ¡Hay que hacer una manifestación! Hablaban también muchos conjurados con trazas de curiales de Palacio; eran amigos del Arcediano, del implacable Mourelo, que conspiraba desde la sombra. A ver usted, señor Sousa, usted que escribe los telegramas del Alerta... es preciso que hoy retrasen ustedes un poco el número para que haya tiempo de insertar algo....
Donna Olimpia tuvo indicios de que se conspiraba contra ella y contra el rey. Para aquel generoso príncipe temió un mal percance y para ella fin no menos trágico que el de la famosa Raquel, judía de Toledo, o que el de doña Inés de Castro, tan celebrada más tarde por los poetas épicos y dramáticos portugueses. Donna Olimpia sabía eclipsarse y evadirse a tiempo.
Otras veces, con el deseo de aislarse más aún, trasladaba su asiento a la última cubierta y se ocultaba detrás de un bote, gozando el deleite de su voluntad triunfadora, de su enérgica resolución al decidirse a ser fiel. Pero la estrechez del encierro conspiraba contra su virtud. Imposible mantenerse aislado. Las necesidades de la vida, los toques de llamada al comedor, los juntaban a todos.
Por cualquier negligencia promovía en la casa un fuerte disturbio, se exasperaba, gritaba como un loco. Nadie le entendía, nadie le daba gusto. Habiendo sorprendido una sonrisa de inteligencia entre el criado y la doncella le bastó esto para imaginar que en la casa se conspiraba contra él, que todos estaban de acuerdo para vejarle y Clara la primera.
Entonces tomaba parte en los sordos manejos de aquella corte infame. Pero vino el año 20, y nuestro personaje entró en el período de rabia crónica, de desorden moral y frenética tenacidad en que le hemos conocido. Ya sabemos poco más ó menos cómo vivía: su actividad había redoblado, y conspiraba con una constancia de que no se ha visto ejemplo.
Palabra del Dia
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