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Actualizado: 10 de junio de 2025
No os habéis equivocado, hija mía dijo el confesor de Felipe III ; se os ha traído aquí con engaño... mi carácter de religioso me vedaba entrar en vuestra casa. El engaño, sin embargo, ha sido cruel. Sin él hubiera yo venido... pero ya está hecho; continuad, señor, continuad; os escucho. Os encontráis en unas circunstancias gravísimas.
Las muchas guerras que se movieron contra el reino y las necesidades de su defensa, obligaron al rey D. Felipe IV á solicitar un donativo voluntario, sobre lo cual recibió el cabildo de Córdoba una carta del presidente de Castilla y confesor de S. M., en cuya vista y la de causa tan justificada ofreció en 7 de febrero un subsidio de 12000 ducados, determinando al mismo tiempo hacer contínuas rogativas por el pronto término de las revueltas que afligian á la monarquía y á la fé católica en Europa, Asia y Africa.
Fray Luis de Aliaga, me habló de muchas cosas graves que no vienen á cuento... pero tened presente que mi buen confesor estaba solo conmigo. Interrumpióse el rey, y la duquesa, por toda contestación, volvió á abrir desmesuradamente los ojos. Estaba solo conmigo y encerrado continuó el rey , ¿entendéis bien, duquesa? solo conmigo y encerrado... Sí, sí, señor, entiendo á vuestra majestad.
Soy ni más ni menos un pobre enfermo del corazón que viene á buscar á otro enfermo y á decirle: busquemos juntos nuestro remedio. En este momento, ni vos sois el padre grave de la Orden de Predicadores, maestro, provincial, visitador, confesor del rey, inquisidor general, y qué sé yo qué más, ni yo soy el loco, el simple, el cura fastidios del rey. Somos dos hombres.
Lo que faltaba de ella hasta la exactitud, me la dio al otro día la enferma diciéndome que deseaba «hablar con su confesor». ¡Temió la inocente que me pareciera demasiado oírla decir que «quería confesarse»! » Y vino el confesor poco después. ¡La nota triste que faltaba en el cuadro de mis tribulaciones! »Sin salir el cura de la habitación de Luz, llegó el médico.
De lo que él estaba seguro era del efecto profundo y saludable que en semejante mujer tenían que producir las bellezas del culto el día en que ella las presenciara con atención y dispuesto el ánimo a las sensaciones místicas por aquella excitación nerviosa, de cuyos accesos tantas noticias tenía ya el confesor diligente.
Entró el padre Aliaga en una extensa y magnífica cámara, en la misma en que presentamos al principio de este libro á la duquesa de Gandía. Llevaba el confesor del rey la cabeza inclinada, las manos cruzadas y el corazón de tal modo agitado, que quien hubiera estado cerca de él hubiera podido escuchar sus latidos.
Lo que sucede es que, estando a los pies del confesor, se acusan de lo que primero les ocurre, sin examinar si lo han cometido o no; de lo que resulta que, si el confesor se detiene en examinarlos, les encuentra en mil inconsecuencias imposibles de desatar, lo que atribuyen a malicia, y no lo es, siendo sólo la causa de ello su mucha ignorancia y la ninguna disposición con que llegan.
Responde claramente, como se responde a un confesor o a un padre. Yo no tengo padre replicó la Nela con ligero acento de rebeldía. Es verdad; pero figúrate que lo soy yo, y responde. ¿Qué ibas a hacer allí? Allí está mi madre le fue respondido de una manera hosca. Tu madre ha muerto. ¿Tú no sabes que los que se han muerto están en el otro mundo o no están en ninguna parte?
El sacerdote se encendió como una amapola, y volviendo prontamente la cabeza, repuso con aspereza mirando a las tablas del confesonario: Bueno, bueno... Deje usted... Me parece excesivo, en efecto... Absténgase en adelante de hacer tales penitencias sin consultarlas antes con su confesor.
Palabra del Dia
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