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Actualizado: 10 de julio de 2025


Apenas subido al trono el rey nuestro señor, me había nombrado su confesor; el papel que traía el superior en la mano, era una carta en que el mismo duque de Lerma me daba la noticia. Yo resistí... ¡Que resistísteis! ¡bah! de un confesor del rey sale un obispo, y de un obispo un arzobispo, y de un arzobispo un papa.

Al día siguiente doña Juana llamó á su confesor, y le dió parte de que había tenido una revelación, que para salvar del purgatorio á su esposo, se la había mandado recluirse durante un año, de tal manera, que no la viese persona viviente; que había prometido hacerlo y que estaba resuelta á cumplir su promesa.

El anciano padre cura que la casó, el Padre García, español como ella, no sólo es su confesor, sino su consultor para los asuntos más arduos, en los seis años que lleva ya de matrimonio.

Pero... vamos a cuentas añadía para su sayo la oradora : diga lo que quiera Ana, ¿no conozco yo muchachas de bien aquí? ¡Está esa Guardiana, que es más pobre que las arañas y más limpia que el sol! Y de fea no tiene nada; es así delgadita.... Ella se confiesa a menudo... dice que el confesor le aconseja bien.... Amparo se quedó cada vez más pensativa después de esta observación.

Como si estallara dentro de su cuerpo un petardo, se levantó el confesor. No se había podido contener. Usted me... dispensará, Sr. D. Carlos dijo con torpe lengua , pero mis deberes militares.... No se pertenece uno desde que se mete en ciertos trotes. , ... vaya usted.... ¿Cuántos hombres hay en Elizondo? Doce mil y ochenta caballos. Con permiso de usted....

Obdulia, viendo el rayo marchar otra vez hacia su confesor, halló palabras para desviarlo. Vuelvo a decirle, señor obispo, que el padre Gil nada sabe de este paso... que se morirá de pena y de vergüenza si llega a conocerlo, porque es la modestia y la humildad personificadas.

Otros hay más viejos dijo Manuel y que no por eso están más adelantados; como por ejemplo aquel ganso que fue a confesarse y habiéndole preguntado el confesor ¿cuántos dioses hay?, respondió muy en : «¡siete!» «¡Siete! exclamó atónito el confesor . ¿Y cómo ajustas esa cuenta?» «Muy fácilmente.

Todos la miraban con sorpresa. Aquel hombre era su confesor.

¿Y qué le dices? ¡Pues no quiere usted saber poco! Ni el padre Anselmo, que es mi confesor, pregunta tanto. Algo de muy interesante y misterioso tendrá lo que dices a Antoñuelo, cuando ni al padre Anselmo se lo confiesas. No se lo confieso porque no es pecado, que si fuera pecado se lo confesaría. Y no se lo cuento tampoco, porque a él no le importa nada, y a usted debe importarle menos que a él.

Luego cesó de oír. Hablaba el confesor, y su voz, ahogada por la rejilla, gangosa y obscura por la costumbre del recato, llegaba hasta Pepita como el balbucear de un pequeñuelo: «

Palabra del Dia

gallardísimo

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