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Actualizado: 12 de octubre de 2025
Muchas confesiones reservadas me ha hecho, y creo que, si ahora quisiera manifestarnos la realidad, podríamos vernos libres de este demonio. ¿Por qué no lo hace... para salvarse? Porque actualmente le teme contestó en voz dura, desesperado. Posee cierto secreto que la hace vivir en constante terror. Ese es el motivo, creo yo, de su súbita desaparición y del abandono de su propio hogar.
Ya ve usted que mis inducciones de ayer resultan confirmadas por estas confesiones. Su amor acrecentó la pena de esa pobre mujer, lejos de consolarla. ¿Usted no sospechó nunca esto? Vérod dejó el libro, apoyó la frente en la mano, y contestó lentamente, como hablando consigo mismo: Yo esperaba, y creía que ella también mantuviera esperanzas.
Pero Teri movía la cabeza negativamente, con una tenacidad reflexiva en el gesto y unos ojos de misterio, como mujer que sabe que en amor las confesiones francas no se olvidan ni se perdonan. Todo mentiras... calumnias. Nada tengo que contarte. Olvida eso; no te atormentes... No hubo nada; y aunque algo hubiese... ¡yo no te conocía entonces, no te conocía!
Relacionaba las confesiones de unos con las de otros, y poco a poco había ido haciendo el plano espiritual de Vetusta, de Vetusta la noble; desdeñaba a los plebeyos, si no eran ricos, poderosos, es decir, nobles a su manera. La Encimada era toda suya; la Colonia la iba conquistando poco a poco.
No en verdad. Solo quiere que públicamente vivais como vasallos obedientes y sumisos, que no hableis mal de Mahoma y de su Ley, y que no hostigueis con vuestras temerarias confesiones á los jueces para que os entreguen á los verdugos.
De estas sospechas no comunicó a su hijo más que lo suficiente para prevenirle contra la Regenta y sus confesiones de dos horas. No citó el nombre de Mesía. En los labios le retozaba esta pregunta: «¿Pero de qué demontres hablasteis dos horas seguidas?». No se atrevió a tanto. «Al fin su hijo era un sacerdote y ella era cristiana».
Mientras así estaba llorando delante de Dios, oyó una voz, como de quien estaba enojado, que hablaba con él y le decía: «Por tu amancebamiento y por las confesiones mal hechas, te ha sobrevenido esta desgracia.»
Ni su conciencia, ni la del cura que le confesó, que en vida le había ayudado a veces a evitar escándalos, ni ciertas amenazas de bochornosas confesiones por parte de algunas pecadoras, le consintieron, a la hora un tanto apurada de hacer testamento, dejar en completo olvido ciertas obligaciones de la sangre; y como se pudo, guardando los disimulos formales que fueron del caso, se dejaron mandas aquí y allá, que disminuyeron en todo lo que la ley consentía la herencia de Emma.
Así que conociendo ellos tan menudamente el estado de los príncipes, en su ánimo i estimacion les disminuyen el crédito, i con otros principes i el pueblo les quitan la reputacion, á los que ellos quieren hacer odiosos, i finalmente alborotaban y levantaban sus tierras, y tanto mas, cuanto por el mismo camino de las confesiones conocen lo mas íntimo de los ánimos de los vasallos, y saben el que es bien afecto al principe, y el que está mal satisfecho, y descontento; de donde por las relaciones que tienen de las cosas de estado, pueden fácilmente sembrar cizaña entre principes y ocasionarles mil sospechas y recelos.
Su tarea casi cotidiana era gastar siete y ocho horas en oir confesiones, porque acudían todo género de personas nobles y plebeyas, que le amaban como padre y veneraban como santo, y él les correspondía con afecto de fina caridad.
Palabra del Dia
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