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Actualizado: 7 de junio de 2025
Había resuelto quitarme mi doloroso disfraz y morir poseyendo a Amparo. A medida que este pensamiento tomaba consistencia, estimulaba al conductor prometiéndole más. La silla apenas tocaba con las ruedas al camino. A pesar de esta agudez no pudimos llegar a Madrid hasta el medio día. Cuando llegué a mi casa, subí anhelante las escaleras como si hubiese estado mucho tiempo ausente de ella.
Yo, desde los hombros elevados de mi conductor, veía a la pobre misia Donata y a sus dos bíblicas criaturas, víctimas del pronóstico de su marido y manoseadas por aquella turba indisciplinada, entre la cual había mocitos que le pirateaban las hijas y groseros que le deshacían las bananas y le arrancaban su espléndido vestido color cotorra, admiración suprema del barrio de Monserrat en la misa de una.
Su entusiasmo y alegría no tenían límites, y la lengua se le soltó de tal modo, que no cesó de hablar en todo el día, diciendo a su compañero y conductor: «Esto si que es delicioso, amiguito; esto sí que es vivir. ¡Bien te decía yo que aquí habíamos de encontrar la felicidad; bien me lo anunciaba el corazón!
Mientras hablamos, pensamos; y mientras pensamos, hablamos con locucion interior: el entendimiento ha menester de las palabras, como una especie de hilo conductor en el laberinto de las ideas. Así es que en cuanto estas circunstancias se pueden reunir en otro signo, se consigue el mismo objeto.
Las mujeres triunfaron tal vez para siempre al apoderarse de la fuerza. Las palabras de Popito hicieron que Ra-Ra saliese de su abstracción. Tomó un aspecto de inspirado, de conductor de muchedumbres, una actitud heroica, que contrastaba con sus vestiduras femeniles. Nuestro triunfo llega dijo con voz sorda . Están contados los días de la tiranía de las mujeres. Anoche recibí grandes noticias.
Estos informaban que el descubrimiento de don Juan del Corro no era embolismo, sino prodigiosa realidad. Entusiasmado el virrey se quitó la cadena de oro que traía al cuello y la regaló, por vía de albricias, al conductor de las comunicaciones. En seguida mandó repicar campanas y que se iluminase la ciudad.
¡Permítame usted! le dijo él, tratando de abrirse paso. Pero el sitio que dejaba libre el envoltorio era demasiado estrecho, y no podía pasar. Por el otro lado impedían el paso el conductor y el comerciante grueso y rojo. Este último fingía no darse cuenta de que Krilov quería descender. ¡Pero déjeme usted pasar! exclamó Krilov con cólera . Conductor, ¿oye usted? ¡Reclamaré!
Esto no es serio; le van á castigar; el cuartel...los oficiales.... Pero ella está ya en el pescante, inclinando hacia el conductor su rostro ceñudo, esforzándose por encontrar un gesto de graciosa seducción. Yo te recompensaré. Llévalos y te daré un beso. Sonríe el soldado débilmente, mirándola á la cara para apreciar el valor del ofrecimiento.
Y aquí todos los argumentos conocidos en favor de la emancipación social de la mujer, expuestos con un orden que revelaba la frecuencia de ese género de disertaciones. Luego, empezó a hacerme preguntas sobre la Europa, hasta que el conductor vino a decirle que la cama baja del compartimento frente al mío, separado simplemente por el corredor de una vara, estaba a su disposición.
Nos proveemos de dos billetes de interior, ocupamos nuestros asientos, la hora se acerca, los viajeros se dan prisa, la bocina del conductor da la señal, muévese el carruaje y los Campos Elíseos quedan á la derecha. He dicho carruaje, y en verdad que no es este el nombre que más le cuadra. El ómnibus que nos conduce es una lancha cañonera, y una tribu que anda dentro de una casa de palo.
Palabra del Dia
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