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Actualizado: 6 de junio de 2025


Comprendí cuán escandalizada estaba la estimable compañera de Mabel, porque era una viuda sumamente estricta, cuya misma existencia dependía de la etiqueta rigurosa y de las tradiciones de su honorable familia.

Comprendí su criminal designio, pero no tan pronto que no tuviera él tiempo de murmurar jadeante, lanzando un terrible juramento: ¡Esta vez no se escapará! El golpe que le di en medio de la neblina no produjo el efecto deseado; pero aquí, una vez caído abajo, no podrá volver a meterse en mis asuntos. ¡Abajo con usted!

Jamás se me había ocurrido averiguar si Agustín tenía familia, hasta, tal punto tenía la manera de ser de los huérfanos, es decir, el aire de independencia y abandono, o en otros términos el carácter de una vida individual, sin orígenes, ni deberes, ni vinculaciones, ni dulzuras. Se ruborizó levemente al pronunciar la frase «accidente de mi nacimiento» y comprendí que era más aún que huérfano.

Esto me daba, naturalmente, mucha risa. ¡Vivir sin respirar, como los muertos! ¡Qué cosa más ridícula!... Y todo el día me estuve repitiendo: ¡El infame de Tucker tiene la culpa! todo el día, hasta que anocheció. Cuando anocheció, esta idea llegó a hacerse más dolorosa que nunca. Comprendí que debía ver a Tucker para enrostrarle su infamia... Por eso me vestí y salí a la calle.

Pero en el momento que precedió al combate, comprendí todo lo que aquella divina palabra significaba, y la idea de nacionalidad se abrió paso en mi espíritu, iluminándolo y descubriendo infinitas maravillas, como el sol que disipa la noche, y saca de la obscuridad un hermoso paisaje.

No, ángel mío, no me acuerdo más que del beso que me diste al decirme adiós. ¿Te acuerdas de la corrida de toros? ¿te acuerdas del día que te vi en la llanura que se extiende ante el convento? ¡Oh! ¡cómo latía mi corazón cuando comprendí por tus gestos que me reconocías, y cuando tu voz bajo mi ventana!

Entonces, ¿es ella? dijo extendiéndome la mano. Una oleada de sangre me subió al corazón; a la primera ojeada comprendí que tenía delante de a un amigo, a quien podría confiarme sin reserva. ¡Quiera Dios que haya usted venido en el buen momento! continuó él. De todos modos, vamos a saberlo ahora mismo. Llévame a su lado, Roberto; sin duda la cosa no es tan grave.

Supe que estaba usted en la cárcel, y no vacilé un momento. Comprendí que si ella le quería á usted verdaderamente, la mejor acción que en cabía era ponerle á usted en libertad, devolvérsele. ¡Qué complicación! De este modo pensaba yo ganar en su concepto.

Habría querido echarme a sus pies, pedirle perdón por haberme atrevido a pretenderla; pero no podía hacerlo, porque mi suegra estaba detrás de ella... Había también allí damas de honor y otras tonterías... Balbucí algunas palabras que yo mismo no comprendí, y, no sabiendo qué actitud debería guardar, me puse a andar de un lado a otro por la pieza, abotonándome y desabotonándome los guantes.

Como vendieron la casita.... Yo les dije que no lo hicieran; pero fué preciso.... Estas palabras del antiguo servidor de mis padres fueron para como un rayo de luz. Todo lo comprendí. La situación de mis tías era, sin duda, por extremo precaria. Ahora me daba yo cuenta de la tristeza que informaba sus cartas; ahora estimaba yo en lo justo la magnitud de sus afanes y de sus sacrificios.

Palabra del Dia

vorsado

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