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Actualizado: 6 de junio de 2025


Con el estudio de estos hermosos detalles, acabé de comprender lo que no comprendí a la simple lectura de la «Memoria», en cuyo intencionado laconismo, por lo tocante a la obra benéfica del patriarca, vi entonces otro rasgo de su exquisita delicadeza en sus relaciones conmigo.

Al salir de la primera misa, en la que habíamos hecho nuestras devociones hoy es la fiesta del Rosario, mi querida abuela me condujo vivamente hacia San José, y yo comprendí inmediatamente de qué se trataba. San José, protector de los matrimonios, es el más solicitado de los santos, a pesar de San Antonio, que empieza a hacerle una competencia temible.

Y aunque no la comprendí, por un momento me sentí deslumbrado por su luz. No pude soportar su claridad, y aparté la vista. Y me burlé de ella y la ofendí. Se calló un momento, la vista fija delante de , cual si estuviera ciego, y luego prosiguió: Óigame usted. Cuando le haya dicho todo, comprenderá usted que mis palabras merecen fe. En los primeros tiempos de mi dicha me sentí otro.

Entró un comisario, seguido de los Machut, padre e hijo, los cuales no vacilaron en compararme con el más vil de los animales. El comisario cogió mis papeles y me invitó a seguirle; Elisa lloraba y se arrojaba a los pies de su papá; yo contemplaba esta escena bíblica con un estupor ridículo. ¡De súbito lo comprendí todo! ¡Había caído en una encerrona!

El clérigo, al verme sonreír, se apresuró a hacer lo mismo, mostrando unos dientes podridos que causaban náuseas. Comprendí que había tropezado con un hombre vulgar y servil, y que podía sacar de él buen partido. Por lo pronto, antes de llegar al punto concreto que allí me llevaba, dejé que la conversación siguiese por donde había empezado, hablando de D. Cosme y de mi tío.

Me echo a la calle, contrato un carruaje para dentro de una hora, por verme libre del asedio de los cocheros, me guío por el estruendo, y de improviso, heme frente a la catarata. ¿Quedé absorto? No, no comprendí. Aquello es inmenso, inaudito.

Por las miradas de don Salvador, comprendí que el guía hacía mi presentación y narraba las circunstancias por las cuales había sido él mi acompañante principal.

Manuel, cuarenta; y yo, antes te lo he dicho, dieciocho cumplidos. Pues no me digas más. No te has equivocado. A los dos días de estar allí, comprendí que me había metido en la boca del lobo. Pero ¿quieres decirme qué defensa tenía? ¿Qué hacer ni dónde ir?

Comprendí que el bufón del rey no me diría una palabra más acerca de vos, y no volví á preguntarle. Pero me habíais llenado, el alma no, ni el corazón, sino los sentidos; ardía por vos, Dorotea. Por lo mismo que sabía que yo no podía contar con vos, que vos no podíais ser para más que el primer amante... ¡Oh! exclamó Quevedo. Me reí de vos.

Comprendí perfectamente que al influjo de aquella sensación alguna fibra humana había de romperse: era menester que cediera uno de nosotros, si no el más emocionado, el más frágil. Fue Julia.

Palabra del Dia

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