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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Muy bien dijo Isidora con benevolencia, echando una mirada compasiva a los libros de cuentas . Todo está muy bien». Don José tuvo que salir a la calle dos veces más porque era preciso traer garbanzos, azúcar y huevos. Después volvió a salir porque no había sal, ni perejil, ni sopa. Trajo tapioca, y de camino tomó nota de diversas cosas que se pudieran adquirir... en buenas condiciones.
Ni padre, ni madre, ni parientes, ni amigos; hasta el sol le faltaba, el amigo de todos los seres creados. Pasó dos días metido en su cuarto, recorriéndolo de una esquina a otra como un lobo enjaulado, sin probar alimento. La criada, ayudada por una vecina compasiva, consiguió al cabo impedir aquel suicidio: volvió a comer y pasó la vida desde entonces rezando y tocando el piano.
Es ella la que murió ayer.» Pero como yo he dicho a la buena mujer que el nombre de Cornelia me era desconocido y que hacía algunos años que estaba ausente de Salzburgo, me ha contado lo que sigue, mientras yo tomaba su brazo para atenuar la fatiga del camino: «Cornelia pertenecía a una familia opulenta, pero ella era tan humilde y tan compasiva, que nadie hubiera advertido su fortuna a no ser por sus liberalidades.
Hasta le reconocía algunas cualidades de formalidad y buen sentido, que le hacían estimable en cierta medida. La que continuaba envuelta en el misterio era mi futura suegra. Había en su carácter algo indefinible que despertaba recelos. En alas de la imaginación podía llegar a sospecharse en aquella figura menuda y pálida, sonriente y compasiva, un carácter de tragedia.
Al cabo de una hora, hallándose los dos sentados en el pequeño sofá donde tantos coloquios amorosos habían pasado, ella le dirigió una larga mirada compasiva y le dijo con sonrisa triste: ¿Sabes una cosa, Mundo?... Que hoy es el último día que nos vemos así solos y juntos. El joven la miró con estupor, sin comprender, o sin querer comprender.
Al punto se me antojó que Pepita me miraba compasiva, al ver la facha lastimosa que sobre la mula debía yo de tener. Mi primo Currito me miró con sonrisa burlona, y empezó enseguida a embromarme y atormentarme. Aplauda Vd. mi resignación y mi valerosa paciencia. A todo me sometí de buen talante, y pronto, hasta las bromas de Currito acabaron, al notar cuán invulnerable yo era.
Algunas distribuían al pasar, con una sonrisa compasiva, todas las monedas que hallaban en sus pequeñas bolsas, monedas que caían sobre aquella miseria como gotas al mar. Uno de los arrapiezos corrió a un almacén y volvió saltando de alegría; traía en la boca un cigarrillo y aspiraba el humo con fruición.
Por la mañana me esforzaba en reír, quería fingir la indiferencia y la alegría de un pájaro, creyendo que ese era el papel que mejor me convendría y más le agradaría; pero los cantos y la risa se ahogaban en mi garganta, y él lo notaba muy bien, pues sonreía con expresión compasiva, y yo sentía redoblar mi vergüenza.
Pero parecía como si estuviera aparte contemplando su antiguo sér con cierta curiosidad desdeñosa, compasiva y semienvidiosa. Aquel antiguo sér había desaparecido, y otro hombre había regresado de la selva: más sabio, dotado de un conocimiento de ocultos misterios que la sencillez del primero nunca pudo haber conseguido. ¡Amargo conocimiento por cierto!
Y, en alta voz, mirando compasiva al abstraído paseante, inquirió: Y don Rodrigo, el del Nidal, ¿no tiene poderío para terciar entre usted y la niña y hacerla salir de aquella cueva de lobos?
Palabra del Dia
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