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Actualizado: 10 de junio de 2025


En casa de ésta se encontraban una o dos veces a la semana. El conde entraba por una puertecita trasera que daba a cierta calleja, a primera hora de la tarde, cuando los vecinos estaban comiendo. Esperaba lo menos dos o tres horas. Pero no bastándole esto, todavía ideó la entrada por la tribuna de la iglesia de San Rafael.

No he padecido nunca de ese mal... Bien es verdad que tampoco usted padecería si se hubiera pasado cinco años en el seminario comiendo judías con sal, y arroz averiado: saldría usted de allí comiéndose las correas de los zapatos, como este cura... ¿Es usted cura? No, señor; es un decir: estudio para ello. ¡Ya me parecía!

D. Lorenzooo gritaba el atusado mayor. D. Lorenzo seguía comiendo tranquilamente. D. Lorenzoooo tornaba a gritar. ¿Cómo? decía aquél levantando la cabeza y poniendo la mano por detrás de la oreja. Que hoy he visto a Lagunaaa. ¡Hum! gruñía el viejo bajando de nuevo la cabeza y dándose ya por enterado de la broma. Me ha dicho, que es V. una persona muy simpáticaaa.

Con mi mujercita estaría yo a gusto aunque viviese en una zahurda comiendo berzas y pan negro. Y al mismo tiempo se inclinó para besar sus cabellos. Hubo una larga pausa en que ambos parecían paladear su dicha enternecidos.

El día 23 de Junio de 1644, el alcalde don Leonardo Henriquez, de quien ya me he ocupado, sabiendo que don Bernardino se encontraba en el inmediato pueblo de Castilleja, se dirigió á este punto con algunos alguaciles para cumplir la orden de prisión, encontrando al reo muy sosegado en su casa comiendo con su mujer y bien ajeno del peligro que le amenazaba.

La vieja compañera había muerto de miseria y él vagaba por las minas, durmiendo á la intemperie, comiendo lo que le daban los peones y pagando esta limosna con insultos. Cuando estallaba un barreno cerca de él, miraba con ojos feroces á los obreros. ¡Bestias! les gritaba como si cometiesen un crimen. ¡Tenéis la dinamita en vuestras manos y la empleáis en eso!...

Item, que si algun poeta llegáre á casa de algun su amigo ò conocido, y estuviere comiendo y le convidare, que aunque él jure que ya ha comido, no se le crea en ninguna manera, sino que le hagan comer por fuerza, que en tal caso no se le hara muy grande.

Todo el racimo de amigas se apiñaba en torno de la nueva esposa, manifestando la pueril y ávida curiosidad que despierta en las multitudes el espectáculo de las situaciones supremas de la existencia. Se estaban comiendo a miradas a la que mil veces vieran, a la que ya de memoria sabían: a la novia, que con el traje de camino se les figuraba otra mujer, diversísima de la conocida hasta entonces.

Y como presintiese que iba a estallar una carcajada de incredulidad, se apresuró a añadir: Se acabarán las enfermedades, porque las que ahora existen son por haber hecho ostentación de la riqueza, comiendo más de lo que necesita el organismo, o por comer menos la pobreza de lo que exige el sostenimiento de su vida.

¿Pero cómo? insistió Baldomero, ¿van a comer sin vino? Sin vino y con poca agua repuso Melchor, con la menos posible. ¡Qué! ¿Que el agua les hace mal? Comiendo, , como a cualquiera, Baldomero. ¡Hoy nos vamos a enfermar todos, entonces exclamó Baldomero, riéndose. ¿No sienten?... Está lloviendo... Llueve efectivamente, ¡qué chasco! dijo Ricardo.

Palabra del Dia

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