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Actualizado: 10 de junio de 2025
Durante ocho días los amigos de la familia acamparon en la casa, durmiendo donde podían, comiendo lo que encontraban y ocupándose exclusivamente de la enferma. Los dos médicos estaban encadenados a la cabecera de Germana.
Después soltó otra carcajada y pidió al Rey permiso, para volver a llenar su vaso, porque Su Majestad estaba comiendo.
Me los representaba en su domicilio durmiendo en un catre con chinches, comiendo albondiguillas como perdigones en salsa viscosa y peleándose con la patrona por inexactitud en el reintegro de sus haberes; y admiré y bendije la providencia de Dios, que a los que priva de medios de dicha, provee tan largamente de imaginación.
Ahora te da por desacreditarme después de haber estado más de veinte años comiendo mi pan. ¡Pero si te conozco, zurrón de veneno; si eso que has dicho nadie te lo va a creer: ni arriba ni abajo! El demonio está contigo, y maldita tú eres entre todas las brujas y esperpentos que hay en el cielo... digo, en el infierno.»
Ganaremos tiempo comiendo ligero contestó Melchor al sentarse a la mesa.
En torno de las cocinas al aire libre se agolpaban los clientes, comiendo de pies los macarrones hervidos ó los pedazos de carne. Anunciaban los vendedores sus géneros con pregones melódicos semejantes á romanzan, y de los balcones bajaban á su encuentro cordeles rematados por castillos. Los regateos y compras eran desde el fondo de la calle-zanja á los séptimos pisos.
Pero al fin la modista comprendió la burla, y renunciando á los artificios de la coquetería se resignó a pasar las horas leyendo novelas sentimentales, que la hacían llorará veces con enternecimiento, y comiendo almendras, nueces y avellanas, de que hacia una fuerte provisión todos los días en el comedor.
Una hora despues, cuando reposábamos en el hotel del Águila, comiendo frutas, deliciosa leche, miel de abejas y riquísimo queso auténtico del valle, vímos desfilar sucesivamente por delante del hotel una procesion de paisanos y una carabana de ingleses excursionistas, que nos llamaron la atencion. El contraste vale la pena de una breve descripcion.
El chillido de la locomotora despertó la culpable conciencia de tres señoritas del Instituto Crammer que en aquel momento se regalaban en una calle vecina, en la dulcería de doña Brígida, comiendo pasteles.
El Rey comía con apetito, Tarlein moderadamente y Sarto con voracidad. Yo me mostré buen comedor, como lo he sido siempre, y el Rey lo notó, sin ocultar su aprobación. Nosotros, los Elsberg, nos portamos siempre bien en la mesa, observó. Pero ¿qué es esto? ¿Estamos comiendo en seco? ¡Vino, José! Eso de engullir sin beber se queda para los animales. ¡Pronto, pronto!
Palabra del Dia
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