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Actualizado: 21 de mayo de 2025


En el interior de éste, los clérigos, al terminar el coro de la tarde, leían, a la verdosa claridad que se filtraba entre el follaje, los periódicos del campo carlista o comentaban entusiasmados las hazañas de Cabrera, mientras que en lo alto, indiferentes para las insignificancias humanas, revoloteaban las golondrinas en caprichosa contradanza, lanzando silbidos como si rayasen con su pico el cristal del cielo.

Y eso que en Sarrió en el transcurso de tres años, se había alcanzado aquel grado de perfección con que don Rosendo soñaba; esto es, no existía la vida privada. Los actos de los vecinos, aun los de índole más íntima y secreta, salían a luz en la prensa, se comentaban, se censuraban, se ponían en ridículo. Nadie estaba seguro en el tabernáculo de su hogar.

Había sorprendido a primera hora las conversaciones de algunos de la banda, que comentaban con orgullo lo ingenioso de su burla. Al espiar a Ojeda en la noche anterior y enterarse de su buena suerte, habían tenido un conciliábulo en el fumadero, despertando después al jefe de la música para encargarle esta alborada. Era una felicitación que le dirigían los antiguos amigos de Nélida.

Ante este reproche, con ira, con desesperacion, como quien se suicida, Julî cerró los ojos para no ver el abismo en que se iba á lanzar y entró resuelta en el convento. Un suspiro que más parecía estertor se escapó de sus labios. Hermana Balî la siguió haciéndole advertencias... A la noche se comentaban en voz baja y con mucho misterio varios acontecimientos que tuvieron lugar aquella tarde.

Parece que una caja de betún ordinario sustituyó bastante pasablemente la antigua industria de maese Sabino... Todas estas cosas raras se comentaban, aunque parsimoniosamente, en la antecocina. La ausencia de las figuras en los cuadros del gabinete de trabajo del amo había pasado hasta entonces inadvertida. ¿Acaso los sirvientes se ocupan de obras de arte cuando no se les manda limpiarlas?

Los que eran soldados de Flandes, como Antonio Dávila, el verrugoso, o Pedro Rengifo, el de la cuchillada en la frente, comentaban la táctica de Farnesio y referían innumerables heroísmos de los soldados de España. El imperio de la raza brillaba en los semblantes y formaba calurosa armonía de orgullo.

Los soñadores y los eruditos de un siglo pedantesco amontonaban y comentaban los textos; y el descubrimiento, harto fácil en , se dificultaba á fuerza de lecturas, de reflexiones, de quiméricas utopías. ¿Era ó no era el paraíso esa tierra del oro? ¿Estaba situada en los antípodas? ¿Existían acaso dichos antípodas?... Al oir eso los doctores, los hombres de sotana, reprendían á los sabios, recordándoles que sobre el particular la doctrina de la Iglesia era formal, habiendo sido condenada expresamente la herejía de los antípodas.

En Manila, en una dulcería que había cerca de la Universidad, muy frecuentada por estudiantes, se comentaban las prisiones de esta manera: ¿Ya cogí ba con Tadeo? preguntaba la dueña. Abá, ñora, contestaba un estudiante que vivía en Parían, ¡pusilau ya! ¡Pusilau! ¡Nakú! ¡no pa ta pagá conmigo su deuda!

Las gentes comentaban su ocultamiento con guiños maliciosos. Algún nuevo amor; y sus amores casi siempre eran andantes, necesitando el viaje largo y el cambio de horizontes. Tal vez estaba en Constantinopla ó en Egipto; tal vez se ocultaba en uno de los enormes hoteles de Nueva York. A veces era cierto; en otras ocasiones, los más íntimos de la duquesa afirmaban que no había salido de París.

Los pasajeros, esparcidos por el paseo, comentaban las fiestas del día siguiente. Una repentina fraternidad los aproximaba a todos. Veníanse abajo las últimas diferencias sociales y patrióticas que los habían mantenido apartados en fracciones indiferentes u hostiles. Se notaba el deseo de comunicación y mezcolanza que remueve a todo un pueblo en vísperas de un acontecimiento nacional.

Palabra del Dia

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