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Dicen que Dios había criado ya a todos los animales; pero le faltaba todavía crear al hombre; era ya muy tarde y estaba cansado. Entonces, por ahorrarse tiempo y trabajo, cogió al primer animalillo que encontró a mano y le dijo: Mira, habla y quedó formado el hombre.

Cogió entonces sus Horas Canónicas, y, como solía hacerlo a menudo, descendió a la iglesia para subir en seguida a la segunda plataforma del almenado Cimborio, que forma a la vez el ábside de la Catedral y el torreón más ancho y más fuerte de la muralla. Era a fines de abril. El hálito del alba apaciguó en todo su ser la irritación del insomnio, como una ablución de rocio.

Puedes venderlo, si quieres, o puedes conservarlo para guardar la casa. Es un animal fiel. Te servirá de gran consuelo. 15 El lugareño se murió. La mujer quería obedecer a su marido. Una mañana cogió el caballo y el perro y los llevó a la feria. ¿Cuánto quiere Vd. por ese caballo? preguntó un hombre. 20 Quiero vender el caballo y el perro juntos, respondió la mujer.

Esta palabra mordaz, aplicada pérfidamente, tenía el privilegio de aplacar las rebeliones de Carmen, tan humanas y tan justas. Humilló la mirada, y cogió del suelo el bastidor. Estaba pensando: ¡Santa! Todavía no lo soy; me sublevo; me he mofado de ellas con Salvador..., las he acusado..., casi las odio.... ¡Dios mío, hazme buena, hazme santa!...

En aquel momento entraba Marta en el gabinete. Al pasar por delante de Ricardo, éste la cogió de una mano y la obligó a sentarse sobre sus rodillas, haciéndole una muda caricia con los ojos, sin dejar de atender a la conversación. La niña se sentó sin resistencia y escuchó también en silencio. ¿Pero de veras dice eso? preguntó don Máximo.

Por la tarde, cuando por primera vez había venido la esposa infiel a la casa, no lo había hecho. D. Álvaro no pronunció una palabra. Cogió con mano convulsa por un brazo al sacerdote y le hizo entrar en su gabinete. Luego cerró con cuidado la puerta. ¿A qué viene esa mujer? preguntó haciendo inútiles esfuerzos por aparecer sosegado. La voz salía de su garganta débil y ronca.

El médico me ha dicho que ahora se le desarrollará bien el cuerpo afirmó Isidora contemplándole con satisfacción de madre. Pues si no... ¡Y qué bonito es, qué rico, qué galán! ¡Le quiero más...! ¡Qué tonta soy! Me da rabia conmigo misma. Desde que veo un mocoso, ya se me cae la baba». Isidora reía. Cogió a Riquín y le hartó de besos. «¡Pobrecito mío!

Todo lo que pudo obtener es que continuaría allí hasta la llegada de su substituto. Le quedaba un mes por delante: he aquí cómo lo aprovechó. Compró algunos gramos de ácido arsenioso que guardó en su habitación. Cogió una pizca, la cantidad necesaria para matar a dos hombres, y la disolvió en un vaso de agua.

Se puede decir, señores, que el cielo le ha dotado de sus más preciosos dones, la estatura, el andar, la expresión... ¡Oh! la expresión... Pero juzguen ustedes mismos. Entregó el retrato á Tragomer, que le cogió con verdadera ansiedad. Vaciló antes de mirarle; una ojeada iba á decidirlo todo.

Poco después se le indigestó un romance mío con algunas otras cosas al duque de Lerma, y me cogió, y me enjauló en San Marcos. Allí he estado dos años; allí os he recordado más de una vez... En resumen, lo que vos pensásteis de en aquel tiempo...