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Actualizado: 18 de junio de 2025


Por el camino fué pensando que lo que debía hacer era encerrarse con su mujer, hablarla decididamente como hombre que lo sabía todo, presentarla como prueba lo del pañuelo encarnado, y después hacerla abrir los cofres, apoderarse del pañuelo, apoyarse en él como en una prueba concluyente, y después de esto, confesado el crimen, como no podía menos de suceder, por su mujer, montarla en un macho de los de palacio, y con un mozo de mulas enviarla á su país natal.

Dígalo la Indiana madre, que se presentó con vestido de terciopelo, el mayor lujo de todos los cofres de la villa, arreglado por cuarta o quinta vez del que le regaló su Martín al casarse con ella. Cerca ya del anochecer y cuando en Peleches no se esperaba a nadie, llegaron los Vélez de la Costanilla.

Huimos en la ballenera, y creo que al cocinero y a algún otro se le ocurrió apoderarse de los cofres de Zaldumbide y llevarlos con nosotros. Cuando huíamos, El Dragón se hundió. Después Ugarte se jactaba de haber hecho en el casco un boquete. No si esto fué verdad.

Arrojó su capa empapada por la lluvia sobre uno de los grandes cofres de roble en que estaban sepultados los tesoros de la ropa maternal. Después entró en la sala, estaba desierta. Los viejos son muy capaces de estar durmiendo la siesta murmuró; creo que hoy será prudente dejarlos dormir.

Nos sobraba el alcohol, y podíamos destilar el agua de mar que se quisiera. Preparamos el alambique y le hicimos funcionar. Destilaba perfectamente. La cuestión del agua estaba resuelta. El portugués Silva volvió a intimarnos para que nos rindiéramos. Quería, sobre todo, los cofres de Zaldumbide.

Vea añadió, todo está aquí, a excepción de la parte que sacó el señor Blair, y abriendo uno de los macizos cofres, sostuvo en alto la linterna y desplegó ante mis ojos una colección tan variada de cálices, patenas y custodias de oro, vestiduras recubiertas de joyas y pedrería y magníficas alhajas, como nunca antes había visto igual.

Todos hubiéramos querido apoderarnos de aquellas riquezas; pero al oír al capitán que no estábamos en seguridad porque el crucero inglés andaría buscándonos, decidimos enterrar los cofres. El capitán nos indicó una peña cónica como el mejor punto para guardar el tesoro; nosotros hicimos un agujero al pie de esta peña y enterramos los tres cofres.

Parecía ser de un planeta distinto la vida que se desarrollaba cuatro metros por encima de la muchedumbre emigrante. Los camareros iban de grupo en grupo ofreciendo grandes bandejas cargadas de emparedados y tazas de caldo: el segundo refrigerio de la mañana. Las señoras exhibían con afectada modestia sus trajes de verano recién extraídos de los cofres y cambiaban mutuos cumplimientos.

En una loa de este poeta, por ejemplo, el director Roque de Figueroa pasa revista á todos los individuos de su compañía, caracterizando en particular á cada uno; á la conclusión se presentan también el apuntador, el sastre, el recaudador y los mozos del teatro, saliendo, por último, hasta los cofres y vestuarios de toda la compañía para hacer al público su respetuoso saludo.

No ha media hora, ni aun un mediano momento, que me vi señor de reyes y de emperadores, llenas mis caballerizas y mis cofres y sacos de infinitos caballos y de innumerables galas, y agora me veo desolado y abatido, pobre y mendigo, y, sobre todo, sin mi mono, que a fe que primero que le vuelva a mi poder me han de sudar los dientes; y todo por la furia mal considerada deste señor caballero, de quien se dice que ampara pupilos, y endereza tuertos, y hace otras obras caritativas; y en solo ha venido a faltar su intención generosa, que sean benditos y alabados los cielos, allá donde tienen más levantados sus asientos.

Palabra del Dia

rigoleto

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