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Actualizado: 18 de junio de 2025


Me acerqué a un muro del castillo, que tenía grabado un elefante, y, siguiendo la visual del ojo, vi que entre dos grandes bloques de piedra se veía en aquella hora la sombra de una peña afilada, colocada a orillas del río. El vértice de la sombra caía en aquel momento al pie de un árbol de argán. Aquél me pareció el sitio mejor para enterrar los cofres.

Ryp, el cocinero, registró los armarios de Zaldumbide y vino ayudado por dos amigos con tres cofres de latón. Otros, por orden del teniente, bajaron los rifles. Embarcamos tres cajas de galleta, agujas, tijeras, todo lo que pudimos. La ballenera llevaba un barril de agua y una linterna, que nos serviría para mirar de noche la brújula.

Habían pasado por allí varios de los antiguos tripulantes de El Dragón, habían hecho excavaciones en todos los montículos de la orilla del río, sin encontrar los cofres de Zaldumbide.

Figúrese el lector una sala llena de cofres y maletas, provisiones de comer, barriles de escabeche y botellas, repartidas aquí y allí, como suelen verse en las muestras de las lonjas de ultramarinos. ¡Ya se ve! era la intendencia.

Guardó un momento silencio, y luego dijo con un arranque de resolución terrible: ¡; , á dónde! ¡á un lugar donde pueda ocultarme!... ¡donde nadie sepa que estoy!... ¡pero cerca de él! ¡cerca de ella! ¡á un lugar desconocido para todos, del cual pueda salir de noche, silenciosa, envuelta en mi manto... sola con mi venganza! ¡No dónde! ¡pero no importa! ¡cuando haya vendido todo esto!... ¡lo estoy sacando de los cofres para venderlo!... ¡cuando mis ricos trajes, mis perlas, mis diamantes, estén reducidos á dinero!... ¡porque para vengarme es menester dinero!... ¡entonces!... ¡entonces!... ¡saldré de esta casa... y encontraré donde ocultarme! ¡oh! ¡! ¡villano! ¡infame! ¡hacerme conocer el amor y abandonarme!

Jacobo Melín examinó con curiosidad a su presuntuoso contrincante. Quizá sabía que estaba predestinado a perder el dinero, y prefería que refluyese en sus propios cofres a que entrase en los de cualquier forastero; así es que asintió con un gesto, y acercó su silla a la mesa. En aquel mismo momento, llamaron a la puerta. Es Lina dijo Moreno.

Id, id con Dios, señor Francisco, id con Dios, y hasta más ver. El cocinero mayor salió tambaleándose como un ebrio. Dorotea empezó á recoger en silencio sus joyas y sus trajes y á guardarlos en los cofres. Durante esta operación no habló una sola palabra. El tío Manolillo, sentado en un sillón, la miraba con ansiedad.

Hay talleres de tegedura, de pintura, de ebanistería, en los cuales se admiran, ya los manteles pintados á la pluma, obra muy original, ya los cofres y cajas prolijamente trabajadas, ya mil otros objetos hechos de jacarandá con embutidos de nácar. Fabrícanse tambien baules, camas de viage, etc.

Bien sabido es que el famoso vino que allí se produce no es regalado ó vendido por su opulento propietario, el duque de Metternich, sino para el consumo de soberanos y príncipes, ó de esos reyes de los cofres que se llaman banqueros, capaces de pagar á 27 ó 30 francos la botella del delicioso licor.

UNA VOZ. Si el hermano no está presente, ni un real de esas mercancías entrará en mis cofres, ¡Dios me salve! pero el superior del convento de San Juan hace muy mal en emplear a semejante descreído para desembarcar su contrabando, y aunque tenga allí un fraile para bendecirlo y para borrar las garras de Satanás, soy de opinión que tarde o temprano seremos castigados por traficar con un excomulgado. ¡Amén!

Palabra del Dia

rigoleto

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