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Lázaro observaba que la caridad cristiana aparece en los Evangelios muy diferente, de la que se ejercía en torno suyo, que no eran siempre la humildad y la mansedumbre los móviles de los amigos íntimos del obispo, y que algunas veces se vela asomar cobardemente a los labios de los familiares cierta sonrisa reveladora de hipocresía y envidia.

Don Andrés comenzaba, como era de esperar. ¿Te parece bien lo que has hecho? Al ver que él, cobardemente intentaba mostrarse asombrado, asegurando que nada había hecho, que había venido a Valencia por un asunto insignificante, el viejo se indignó. No mientas: o somos hombres o no lo somos. debes sostener lo hecho, si te figuras haber obrado bien.

Mira, observa, reflexiona, hasta dónde han llevado tus calaveradas a tu familia infeliz: ¡a humillarse a los Esteven! ¡a solicitar, de rodillas, su favor para salvarte! porque, no lo dudes: el medio supremo, a que se refería tiíta Silda, y que ella misma no consideraba infalible la desgraciada, era ése: recurrir al odiado pariente... ¡ah! ¡qué corazón tan grande el de tiíta! y por lo que dice Agapo, el recurso ha fracasado, y a los Vargas han dado los Esteven una vez más con la punta de la bota... ¿ves? te imaginas... no es posible, pues no eres dueño de tu razón... pero, si pudieras imaginar cómo están en tu casa esos viejos que has deshonrado, y que llamas queridos, falsamente, mentirosamente, porque si verdad fuera, no habrías hecho lo que has hecho; y dudando todavía, vacilando cobardemente; no te hagas ilusiones; en tu casa no puedes presentarte ya, y ahora menos que antes, ahora que sabes toda la extensión de tu falta; los umbrales aquellos no puedes pasarlos sino muerto, en expiación... ¡Estás creyendo que bastaría con echarte a los pies de tu padre! ¿y tendrías valor? ¿no comprendes que si no te rechazaba, sería por compasión y por lástima? ¡convéncete! no eres un segundo Agapo en la familia; eres un Quilito, y este nombre está por debajo del otro... ¡vete, huye, y cumple con tu deber!

Aceptaba hasta una catástrofe con la condición de que ella representara una salida y, puede ser, si hubiera tenido algunos años más, hubiera buscado cobardemente el medio de poner fin a una vida que podía perjudicar a tantas otras.

Salió en efecto de la habitación y dirigiéndose al cuarto de la joven, sin más palabras, sacó un puñal, y sorprendiéndola desprevenida, la asesinó vil y cobardemente de dos puñaladas en el pecho, volviendo muy tranquilamente á donde el galán aguardaba, á quien manifestó que su sobrina estaba vistiéndose y no tardaría en salir y que él corría á la calle á avisar á una señora vecina y amiga de la casa, para que fuese testigo de la concesión de la mano que iba á hacer.

La volví a ver una o dos veces aquel verano, con largos intervalos y por breves momentos, cobardemente robados al deber que me imponía huir de ella. Había abrigado el propósito de aprovechar aquel alejamiento, muy oportuno para intentar francamente ser heroico y para curarme. Ya era mucho el resistir a las invitaciones que constantemente nos llegaban de Nièvres.

Quizá entonces, aunque culpable, sienta hacia el desprecio que debe inspirar quien, encargado en su casa de velar por la moral, transige cobardemente con el engaño y la deshonra. Seremos dos reos frente uno de otro.... y, así son las cosas de la vida, ella tendrá que ver en algo del juezUn momento después Lázaro entraba en el gabinete.

El sargento, todo iracundo y furioso, cargó contra el alcalde don Leonardo Henriquez, que recibió tres estocadas, las cuales dieron con él en tierra, siendo de consignar que apenas los alguaciles vieron caído al alcalde y que los soldados llevaban la mayor ventaja, huyeron precipitadamente por las callejas que encontraron más á mano, buscando en las sombras facilidades á su fuga y desamparando cobardemente al pobre hombre que, con desgarradores é inútiles gritos, pedía favor, viendo su muerte próxima.

Asistía, no obstante, a casa de Quiñones; veía a Amalia en secreto cuando se lo exigía, pero iba apareciendo más frío, más esquivo. Ella, advirtiéndolo perfectamente, no daba su brazo a torcer, no le hablaba palabra de su ex-novia. Sin embargo, un día no pudo contenerse: que te entretienes largos ratos en casa de las de Meré hablando con Fernanda. Lo negó cobardemente.