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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Este ejemplo excitó á las autoridades de Madrid á levantar nuevos edificios de igual clase en los sitios, en donde existían los dos corrales de la Cruz y del Príncipe.

A no me gusta hablar de nadie, cada uno que se arregle con Dios; pero, francamente, señor: ¡esa niña que parece una cómica, y fuma, y no respeta a su madre! ¡Y ese padre que no la reta y se ríe de sus travesuras!... Que viva cada uno a su gusto, pero yo no quiero tratos con gringos de tal clase.

Le parecía, en aquel instante, por completo desconocido, como el de un nuevo alumno que asistiese por primera vez a su clase. Se le antojaba absurdo que aquella mujer fuera su esposa. Una idea nueva, súbita, turbó su cerebro trastornado. En voz baja, murmurando, dijo: ¿No sabes, Macha? ¡Soy un espía! ¿Cómo? Soy un espía. ¿Comprendes?

¡Pues bien... decididamente, huyo el cuerpo a ese santo lazo... estoy desalentado! ¿Por qué? ¡Porque cuanto más observo, más me convenzo de que ya no hay niñas honradas, y, por consecuencia, no puede haber tampoco fieles esposas! ¿Qué ha dicho usted? Digo, que ya no hay mujeres honradas... al menos en nuestra clase... es una especie desaparecida.

Los principios inmutables, á los que rindo fervoroso culto, me impiden haceros ninguna clase de ofrecimiento de los que tanto abundan, por desgracia, en los manifiestos políticos. Tales ofrecimientos no pueden menos de ser para todo hombre de recto sentido altamente inmorales, pues casi siempre se fundan en el privilegio y la injusticia.

Su declaración provocó esta vez más una grande hilaridad en el espíritu tanto menos sencillo de la clase. Sólo Manuel Peralta no se rió, absorbido por la lectura de algo que disimulaba dentro de su pupitre.

Había que halagar a los «ciudadanos» del sol, tumultuosa y terrible demagogia que llevaba a la plaza los odios de clase, pero con la mayor facilidad convertía los silbidos en aplausos así que una leve muestra de consideración acariciaba su orgullo. Los peones, arrojando sus capas al toro, emprendieron carrera para llevarlo al lado del redondel caldeado por el sol.

No, se reía como siempre, se burlaba. No dijo una sola palabra concordante con su carta, no insinuó siquiera que había de quedarme; sólo murmuró, distraída, como pensando en otra cosa, que no debía guardarle rencor; mientras yo estuviera ausente me recordaría algo, no mucho, porque ella era mala y también incapaz de un verdadero amor; y agregó que tal vez sería mejor termináramos para siempre toda clase de relación, porque ella con seguridad, tarde o temprano, se enamoraría de otro.

"Llamo, dice, Física de los niños, á un estudio de la Naturaleza que no requiere sino vista, y que por lo mismo está al alcance de toda clase de personas, hasta de los niños.

Los endecasílabos, no rimados, desaparecen casi enteramente, y en cambio predomina el romance, que se usa también en el diálogo. La discreta enamorada y La dama melindrosa personifican esta clase. No es necesario advertir que Lope conserva hasta el fin de su carrera dramática la exuberancia y vivo fuego de su imaginación, y su habilidad para inventar y trazar los planes de sus obras.

Palabra del Dia

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