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Actualizado: 30 de abril de 2025
¡Y esta puerta, que siempre estuvo franca para los desvalidos, ciérrase agora! ¡No heredaron los hijos la honrada ley de los padres! Catailos los amos. Murió la madre, y el padre fuese por el mundo, dejándolo todo. En la ribera del mar lo topamos que iba con la cabeza descubierta a la lluvia. ¡Clamaba por la muerte! Todo lo dejó para ser pobre como nosotros y tener su silla de oro en el Cielo.
¿No era cosa que clamaba al cielo que, mientras ellos comían los mendrugos de la miseria, él, atado al potro de una oficina, esclavo de un sueldo miserable y expuesto el día menos pensado a un puntapié del ministro; ella, lidiando con el trajín de la casa, sin más criados que aquella indiecita y la italiana, remendando ropa, punteando medias y hasta fregando cacerolas, si era menester; Quilito, ese pobre muchacho, obligado, muchas veces, a hacer mal papel entre sus amigos, él, que nació entre encajes; los Esteven, ladrones de su fortuna, se regalen y se den la gran vida con lo que no es de ellos, con lo que han robado, sí, señor, robado?
Quando Leuwenhoek y Hartsoeker viéron, ó creyéron que vian, por la vez primera, la simiente de que somos formados, no fué, ni con mucho, tan asombroso su descubrimiento. ¡Qué gusto el de Micromegas quando vió estas maquinillas menearse, quando examinó sus movimientos todos, y siguió todas sus operaciones! ¡Cómo clamaba! ¡con qué júbilo alargó á su compañero de viage uno de sus microscopios!
Entretanto, el soldado, a voz de contrapunto, clamaba así: Otra palabra, bella María, y de todo punto desaparece mi triste lisiadura, y otra y última intercesión, y desaparece mi ceguera. Los del baile aplaudían, muchos preguntaban, todos respondían, gritaba el soldado y saltaba y latía estruendosamente el perro.
Candido, arrodillándose casi á sus plantas, clamaba: Bien decia el maestro Panglós, que todo estaba perfectamente en este mundo; porque infinitamente mas me enternece la mucha generosidad de vm., que lo que me enojó la inhumanidad de aquel señor de capa negra, y de su señora muger.
El vinillo, el vinillo... clamaba el Prior, acompañando sus palabras con un puñetazo sobre la mesa, que retumbó como un trueno y ahuyentó á los dos últimos frailes que habían permanecido á la puerta. Y avanzando como energúmeno hacia el quejoso, preguntaba con voz ronca y descompuesta: Vamos, ¡el vino! ¿Qué tiene el vino? Volvió la cara en esto el P. Cándido y se halló solo con el tremendo Prior.
Había cogido una bota de Isabelita y tirádola dentro de la jofaina llena de agua para que nadase como un pato. «¡Ay, qué rico!» clamaba Barbarita comiéndosele a besos.
Ya no era su desventurado amor ni la muerte de la traidora Beatriz lo que clamaba en su pecho. Todo aquello había sido como una hoja trágica doblada para siempre, un accidente de la fatalidad que no dejaba cuenta alguna en su contra.
Casi siempre en sus pláticas, en sus conversaciones particulares y en los sermones, que predicaba con frecuencia porque era excelente predicador, clamaba mucho contra la falta de religión y contra la impiedad que va cundiendo por todas partes, con lo cual los ricos pierden la caridad y los pobres la resignación y la paciencia, y en unos y en otros germinan y fermentan los vicios, las malas pasiones y las peores costumbres.
Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será hecho así; mas si no, no. 11 Y aconteció que, yendo ellos hablando, he aquí, un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino. 12 Y viéndolo Eliseo, clamaba: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo! Y nunca más le vio, y trabando de sus vestidos, los rompió en dos partes.
Palabra del Dia
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