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Pero, ¿no te mueves? exclamó misia Casilda, corre, vuela a la policía, no pierdas tiempo. Le arrastró, y dando traspiés, como ebrios, salieron los dos, bajaron la escalerilla atropelladamente. ¡Quilito! ¡Quilito! clamaba la señora.

2 Y se volvió aquel día la salud en luto para todo el pueblo; porque oyó decir el pueblo aquel día que el rey tenía dolor por su hijo. 3 Se entró el pueblo aquel día en la ciudad escondidamente, como suele entrar a escondidas el pueblo avergonzado que ha huido de la batalla. 4 Mas el rey, cubierto el rostro, clamaba en alta voz: ¡Hijo mío Absalón, Absalón, hijo mío, hijo mío!

En tanto le parecía escuchar siempre una voz subterránea que clamaba: "Lázaro, ¿duermes? Despierta, Lázaro." A la madrugada su sueño fué más profundo. Despertó á las ocho, y en los primeros momentos tuvo que recoger sus ideas y meditar un poco para saber dónde estaba y qué cosas le habían sucedido. Su tío había salido. Levantóse y se vistió.

14 Y clamaba fuertemente y decía así: Cortad el árbol, y desmochad sus ramas, derribad su copa, y derramad su fruto; váyanse las bestias que están debajo de él, y las aves de sus ramas. 16 Su corazón sea mudado de corazón de hombre, y le sea dado corazón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos. 18 Yo el rey Nabucodonosor vi este sueño.

Y el doctor clamaba contra las inútiles carreras de caballos, en las cuales mueren muchos más hombres que en las corridas de toros; contra las cacerías de ratas por perros amaestrados, presenciadas por públicos cultos; contra los juegos del sport moderno, de los que salen los campeones con las piernas rotas, el cráneo fracturado o las narices aplastadas; contra el duelo, las más de las veces sin otra causa que un deseo malsano de publicidad.

Hay que dispensarlo, hijito; si ya sabes que esto no es el Café de París; no podemos dártelo mejor. La tía callaba. Pampa, aturdidamente, al presentarle un plato, pisó un pie del niño, y éste, que reventaba de mal humor, levantóse entonces hecho una fiera y se arrojó sobre la india, dándole de moquetes brutales. ¡Ay, niño! ¡ay, niño! clamaba la infeliz.

Camacho clamaba: Tal fama de rico me distéis al describir mis bodas, que no hay en veinte leguas a la redonda pobre que no me pida... Y si le doy mucho, no me lo aprecia; si poco, se retira descontento; si nada, me acusa de tacañería y maldad... ¡Flaco servicio os debo, señor de Cervantes!

39 Y los que iban delante, le reñían que callase; mas él clamaba mucho más: Hijo de David, ten misericordia de . 40 Jesús entonces parándose, mandó traerle a ; y cuando él llegó, le preguntó, 41 diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que vea. 42 Y Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha hecho salvo.

Se trataba, pues, de un atropello, de una injusticia que clamaba al cielo, y no podía clamar al Obispo, porque este era esclavo de don Fermín». Esta opinión de Glocester la aprobaba don Custodio; no tenía el beneficiado la pretensión excesiva de coger para tan buen bocado, pero quería que a lo menos no se lo comiera su enemigo.

Otras veces una mano invisible descorría colgaduras de alcobas. ¡Alguna enjoyada desnudez le esperaba a él, sólo a él, en el sosiego de la noche; sus cabellos olían como un perfume derramado y su rostro, su precioso rostro era el de alguna hija de confesión! ¡Qué batallas, qué luchas aquéllas! Mientras el espíritu clamaba de horror, la carne traidora se refocilaba en un baño de deleite.