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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Esta última cláusula se dictó á propuesta del P. Irene, á fuer de protector de la juventud estudiosa. Cpn. Tiago había anulado un legado de veinticinco pesos que dejaba á Basilio, en vista de la ingrata conducta observada por el joven en los últimos días, pero el P. Irene lo restablecía y anunciaba que lo tomaba sobre su bolsillo y su conciencia.
Legaba el testador a la primera, amén de las fincas que había tenido en renta cuando se casó, seis onzas de oro; otras seis a Tona, y a Chisco doce. Después de la lectura de cada cláusula, miraba yo un instante al correspondiente legatario.
Don Anselmo llegó a confesar que le entraban ganas de ser cristiano; doña Manolita y su marido se sintieron más cristianos que nunca; D. Acisclo halló que su sobrino tenía casi tanto entendimiento como él, si bien aplicado a cosas menos prácticas; y doña Luz, embelesada, entusiasmada, añadió acaso, con su rica imaginación poética, mil quilates de hermosura, de novedad y de profundidad, al discurso del Padre, del cual no perdió ni una sola cláusula, comprendiendo el más hondo sentido del conjunto y de cada sentencia.
Con los mismos papeles que encerraban la auténtica y la cláusula testamentaria, cogió la reliquia de fray Alonso, y sin tocarla, con un gesto que lo mismo expresaba la repugnancia que el miedo, el asco que el respeto, arrojólo todo en una preciosa cestilla destinada a recibir papeles para la basura.
Pero es preciso que recuerde siempre esta rima: Henry the Eighth was a knave to his queens, He'd one short of seven and nine or ten scenes! y que sepa ocultar muy bien el secreto a todos los hombres, exactamente como yo lo he hecho.» Era todo. ¡Una cláusula extraña, ciertamente! ¡Burton Blair, después de todo, me había legado su secreto; el secreto que le había dado su colosal fortuna!
Una vez el molde en prensa, De-Hinchú aprovechó la ausencia de Webster para quitar la cita y sustituirla con una delgada tirita de plomo del mismo tamaño del tipo, grabada con caracteres chinos, formando una frase que, según creo, era una denigrante y completa declaración de la incapacidad y repugnancia de aquel funcionario, acompañada, en cambio, de una cláusula laudatoria de su propia personalidad.
En su testamento puso la extraña cláusula de que su cadáver había de inhumarse en un sepulcro ignominioso, en el Pradillo de los ajusticiados.
Podrá faltarles abolengo conocido a las notabilidades de esta especie; pero vicios y afición a exornarlos con todos los recursos del dinero... ¡a buena parte iban con la cláusula los de la pata del Cid! Lo que nunca se ha puesto en claro es de qué enfermedad vino a morir el Sport-Club, cuando con este ingreso de ricos despilfarradores parecía haber asegurado su existencia por largos años.
En verdad que aquel testamento no podía ser más breve, porque después de la profesión de la fe y de las fórmulas de derecho, en esta sola cláusula se contenía: »Es mi libre voluntad y firme determinación, dejar heredada en todos mis bienes inmuebles, dinero, joyas y ropas, y de todo lo que poseo, a mi amiga, que tal como a mi hermana amo, doña Margarita de Ledesma.»
Será preciso que respetes las estipulaciones hechas por mí con Mauricio. Si no tienen por objeto impedirme ver á esos muchachos, las suscribo. No contienen semejante cláusula. Entonces está convenido. Venga esa mano. Clementina se la dió con profunda satisfacción al ver que salía victoriosa de su guerra de veinte años.
Palabra del Dia
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