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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Caracteriza singularmente sus primeros libros la copiosidad en las citas. Sus enormes lecturas enciclopédicas las va volcando allí; junto a la observación personal de hombres, hechos y cosas que el espectador diestro descubre al solo golpe de vista, irá la cláusula pertinente del autor nacional o extranjero con quien hermana o coincide, acompañada de una sabrosa acotación suya.
¡Amigo! gritó ofendida. No, su enemigo. Y, por lo tanto, su papá le temía, ¿no es así? Fue esa razón la que lo indujo a insertar en su testamento esa imprudente cláusula. Entonces le referí la visita que la noche anterior nos había hecho Dawson, todo lo que nos había dicho y la atrevida actitud desafiadora que había adoptado con nosotros. Suspiró, pero no pronunció una sola palabra.
Sentado en un amplio sillón de velludo carmesí, al lado de ancha ventana, el Cardenal de Portinaris estaba dictando su testamento. A la primera cláusula que contenía su profesión de Fe, había logrado dar un giro distinto del acostumbrado, de manera que a la par de un compendio de la Religión Católica resultaba un verdadero opúsculo literario.
Admirábalo Jaime como a un precursor que le salvaba de sus dudas. ¿Qué tenía de extraño que él se uniese a una chueta, igual a las otras mujeres en costumbres, creencias y educación, si el más famoso de los Febrer, en una época de intolerancia, había vivido, fuera de toda ley, con hembras infieles?... Pero los prejuicios de familia despertaban en Jaime como un remordimiento, haciéndole recordar una cláusula del testamento del comendador.
Pero decirle, en confianza, que el total de esta fortuna pasa derecho a su hija, exceptuando varios legados, entre los cuales están incluidas diez mil libras para el señor Seton y otras diez mil para usted; dos mil para la señora Percival, y algunas pequeñas sumas para los sirvientes. Pero añadió, hay una cláusula en el testamento muy enigmática, y que le afecta a usted íntimamente.
El Autor de un libro precisamente ha de conseguir que le alaben sus amigos, si los busca de propósito para este efecto. Los Aprobantes tienen el estilo de quedarse admirados á la primera linea, pasmados á la segunda, y atónitos antes de acabar la cláusula.
Cuando volvió en sí, le pidió a la señora Percival y a Bowers, su doncella, que nos dejaran solos, y, cuando la puerta se cerró, me preguntó, pálida y ansiosa: ¿Cuándo va a venir aquí ese hombre? Cuando el señor Leighton ponga en su conocimiento la cláusula consignada en el testamento de su papá. El podrá venir dijo con toda firmeza, pero antes que cruce este umbral, yo habré abandonado la casa.
En la punta de la lengua tuve la observación de que el motivo que había tenido el pobre Burton para poner en su testamento esa extraña cláusula, era el temor que él le inspiraba, y que la había insertado bajo coacción; pero felizmente me dominé, y con cierta cortesía le dije «buenas noches». Que me ahorquen, Gilberto gritó Reginaldo, cuando el tuerto se hubo retirado.
Después proseguía el paseo y alzaba nuevamente su voz, que recorría varios tonos agudos y graves. Empezaba ordinariamente la oración con un sonido grave y cavernoso, que á poco se debilitaba y moría, se alzaba otra vez hacia el medio de la cláusula, y terminaba por tres ó cuatro palabras medio cantadas en tono chillón y plañidero.
También me encerré en mi tocador en cuanto me levanté de la mesa: igual que el día antes; pero esta vez no fue para estudiar en el espejo afeites ni aliños que me embellecieran, sino para afirmarme en mis ya bien firmes propósitos, dando un repaso mental a lo que me tocaba hacer y decir para cumplimiento de la más delicada e interesante cláusula de mis planes.
Palabra del Dia
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