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Actualizado: 17 de julio de 2025


Diógenes, que, a mitad del camino pareció hacer de repente al tío Frasquito gracia de la vida, arremetió briosamente contra la hueste femenina, diciendo que era maldición de gitanos: «¡en lengua de hembras te veas!»; que quien dijo mujer, dijo demonio, y que de tan mala ralea era la casta, que todos, todos los bichos, hasta las chinches, ¡polaina!, eran mujeres...

«Para curar el pasmo que proviene de hambre se saca hojas del arbusto Laguindi y se cuece como la esplicacion de la yerba Tantae bajo la misma aplicación para la cura de esta enfermedad. Las hojas de este mismo arbusto ahuyenta los chinches dejándolas secar sobre sillas ó catres atestados de este bicho.

Despertaron á los dormidos pasajeros con el sobresalto y asombro que suele causar cualquier alboroto á los que están durmiendo, y más oyendo nombrar fuego, voz que con más terror atemoriza los ánimos más constantes, rodando unos las escaleras para bajar más apriesa, otros saltando por las ventanas que caían al patio de la posada, otros que por pulgas ó temor de las chinches dormían en cueros como vinagre, hechos Adanes del baratillo, poniendo manos donde habían de estar las hojas de higuera, siguiendo á los demás y acompañándolos Don Cleofás con los calzones revueltos al brazo y una alfagía, que por no encontrar la espada topó acaso en su aposento, como si en los incendios y fantasmas importase andar á palos ni cuchilladas: natural socorro del miedo en las repentinas invasiones.

Vino la noche. Fuímonos ahuchados a la postrera faldriquera de la casa. Mataron la luz; yo metíme luego debajo de la tarima. Empezaron a silbar dos de ellos y otro a dar sogazos. Los buenos caballeros, que vieron el negocio de revuelta, se apretaron de manera las carnes ayunas (cenadas, comidas y almorzadas de sarna y piojos), que cupieron todos en un resquicio de la tarima. Estaban como liendres en cabellos o chinches en cama. Sonaban los golpes en la tabla; callaban los dichos. Los bellacos, que vieron que no se quejaban, dejaron el dar azotes y empezaron a tirar ladrillos, piedras y cascote que tenían recogido. Allí fue ella, que uno le halló el cogote a don Toribio y le levantó una pantorrilla en él de dos dedos. Comenzó a dar voces que le mataban. Los bellacos, porque no se oyesen sus aullidos, cantaban todos juntos y hacían ruido con las prisiones.

Los periódicos madrileños se apresurarán a mandar allí la nube de corresponsales que ahora envían a San Sebastián. Al artículo de la lluvia sucederá el artículo del sol o del relente; la crónica de las pulgas será substituida por una sobre las chinches o sobre las cucarachas. ¡Qué placer para los periodistas y para los lectores de periódicos!

No, no quiero los colchones, que dentro de ellos está su idea... porque aquí duerme usted, y por la noche, cuando se pone á cavilar, las ideas se meten por la tela adentro y por los muelles, y ahí estarán como las chinches cuando no hay limpieza. ¡Rayo con el hombre, y la que me quería encajar!...

La charla en los mercaderes es aquí un verdadero y misterioso menjuge, una operacion química, velada por el arte de un hechicero. Orfila era un niño de teta, como suele decirse. En Paris no se escapa ningun bicho viviente; ni el oidium, ni las pulgas, ni las liendres, ni las chinches.

Los capitanes de trasatlántico lamentaban sus lujosos camarotes convertidos en dormitorios de tropa, sus cubiertas charoladas, que habían pasado á ser establos; sus comedores, donde se sentaban antes las gentes con smoking ó escotadas, y debían ser regados ahora con toda clase de desinfectantes para repeler la invasión de chinches y piojos, los olores animales de tantos hombres y bestias amontonados.

Era prolijo en las descripciones, deteniéndose más cuando el objeto reproducido estaba lleno de telarañas, habitado por las chinches ó colonizado por la ilustre familia de las ratas, y su estilo tenía un desaliño sublime, remedio fiel del desorden de la tempestad. ¿Será preciso decir que usaba de mano maestra los más negros colores, y que sus personajes, sin excepción, morían ahogados en algún sumidero, asfixiados en laguna pestilencial, ó asesinados con hacha, sierra ú otra herramienta estrambótica?

Me los representaba en su domicilio durmiendo en un catre con chinches, comiendo albondiguillas como perdigones en salsa viscosa y peleándose con la patrona por inexactitud en el reintegro de sus haberes; y admiré y bendije la providencia de Dios, que a los que priva de medios de dicha, provee tan largamente de imaginación.

Palabra del Dia

godella

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