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Actualizado: 18 de julio de 2025


El buey Apis dio un mugido, expresión fiel de la admiración, la sorpresa y el sobresalto que al punto le embargaron, y comenzó a sudar a la vista de la chimenea encendida. ¿Pero qué es esto, señora condesa? exclamó desolado . ¿Sigue la jaqueca?... Fatal... ¡Fatal estoy! contestó Currita . Creo que tengo calentura... ¡y unos escalofríos!...

Aquí interrumpió la disputa el marqués de Villamelón, que entraba restaurado ya por completo de sus desperfectos de la mañana. Al verle Diógenes, cogió prontamente un periódico y púsose a leer junto a la chimenea, en el lado opuesto.

Hasta que concluían por entregárselas, quedándose ambos arrobados mirándolas hacer castilletes, ayudándolas ellos mismos con grave atención, mientras la lluvia azotaba los cristales pintados de las ventanas chinescas y los maderos de haya chisporroteaban en la chimenea. Las niñas comían antes que la familia.

Tampoco el tío Goro encontró allí á su hija aunque la llamó repetidas veces en alta voz. El agujero de la chimenea recién abierta estaba disimulado por la maleza y no pudo verlo. Dió la vuelta á casa. Tanto él como su esposa comenzaron á sentir zozobra. Bajó á Entralgo por si acaso su hija se hallaba con Flora. No la halló ni supieron darle razón de ella.

¡La campana de don Miguel! repitió una voz junto a Ojeda .Hay que tener resolución... ¡Arriba! Y entre el revoloteo de las cubiertas repelidas, pasó sobre él un cuerpo de satinados y firmes contactos. La vio de pie ante la chimenea, envuelta en fulgores de horno que inflamaban con tono arrebolado las nacaradas blancuras de su desnudez.

Sin preocuparse para nada de las parejas, ni de la magnificencia del salón en que se efectuaba el baile, las dos hablaban cerca de la chimenea. ¡Hablar en vez de bailar, a los quince o diez y seis años!... Forzosamente, la conversación tenía que ser interesantísima, y esta sola idea avivaba en el deseo de escucharla.

Dos butacas de raso entre azulado y ceniciento, con flecos de borlitas y madroños multicolores y brillantes; en la pared, un magnífico espejo con ancho marco de dorada hojarasca; en el centro, un veladorcito de ónix y bronce, sobre el cual había una canastilla de porcelana de Sèvres, llena de las flores, ya marchitas, que llevó don Juan el primer día; ante la chimenea encendida, la famosa doble silla en forma de S, y en el suelo, para que la esperada beldad pusiese los lindos piececitos, dos grandes almohadones de seda oscura, que destacaban sobre la alfombra casi blanca cuajada de rosas amarillentas.

Pues bien: en el Comedor sólo hay de notable otra chimenea como la susodicha; un gran balcón-cierre, ó tribuna volada, que da á la huerta y mira al Mediodía, donde el viejo Emperador tomaba en invierno los últimos rayos del sol de sus victorias....., y una puerta de comunicación con la Cocina.

Aquello figura un arco triunfal infinito tendido sobre una calle cubierta de flores y de ricas colgaduras. De repente la bóveda se acaba y el canal se confunde en una ciénaga de majestuosa y melancólica hermosura. Allí se tropieza con los escombros de otra compuerta de manipostería, y una gran máquina para limpiar las ciénagas y canalizarlas levanta su roja chimenea por entre las altas gramíneas.

Juan se dejó caer en un sillón junto a la chimenea, y permaneció allí abrumado. El anciano sacerdote lo miraba. ¡Verte tan desgraciado, pobre hijo mío! Que un dolor semejante caiga sobre ti... Es demasiado cruel, demasiado injusto... En este momento llamaron suavemente a la puerta. ¡Ah! no tengas cuidado, Juan... no dejaré entrar.

Palabra del Dia

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