United States or Japan ? Vote for the TOP Country of the Week !


En ese momento Julio se volvió y sus ojos se encontraron con los de Adriana. Pareció mirarla sin verla. Iluminándosele la cara, la saludó. Adriana sonrió a Charito, a manera de una seña para hacerle comprender a él que podía acercarse. Lo presentó a su amiga, quien le recordó que habían sido ya presentados, algunos meses antes.

Y bueno, prosiguió ella con tono conmovido yo nunca he comprendido esa pasión suya por Adriana. Pero, Charito, ¡si ella es monísima! intervino Lucía. no sabes lo que hablas. ¡No es una muchacha que merezca tanto! Aparte de su cara bonita todo en ella es coquetería y apariencia. Al contrario, Charito, Adriana es un encanto en todo sentido. ¡Ah!

Pero Adriana miró a su amiga con cierta dulzura indiferente, de soslayo, y le prometió que en adelante sería más buena con Muñoz. Charito González no era linda ni fea; sus ojos claros, más expresivos hubieran sido hermosos y muy elegante su silueta de ser ella más alta. En su modo y en su trato había esa ambigüedad y esa ausencia de carácter definido que parecían el fondo mismo de su persona.

Aquella misma mañana Muñoz le había abordado, expansivamente, para consultarle sobre diversas compras propuestas por Charito. , , todo eso me parece muy bien, respondió el señor Molina, sin tomarse el tiempo indispensable para considerar la pregunta. Luego, sacando su reloj: Hasta luego, amigo, tengo por ahí un asuntito.

Siéntese aquí, al lado mío. Y ustedes perdónenle. ¡Ha sufrido tanto por mi culpa! ¿Pero qué lío es este, Adriana? interrogó Charito con aire de sorpresa y de reproche. Ya lo sabrás, cuestión de algunos minutos. Todo se aclarará. Ya lo sabrás también , Lucía, aunque sospecho que también te estabas enamorando un poco de Muñoz... ¿Qué le decías, con tanto mimo, cuando yo entre?

Es decir, continuó, no pude imaginarme que darías importancia a la cosa. comprendes que Adriana... , ya , otro día hablaremos, le interrumpió Muñoz, herido no tanto por el tema que abordaba Castilla, sino por oírle pronunciar el nombre de Adriana. Experimentó una impresión casi tan desagradable como en casa de Charito cuando le vio cortejarla y tan atrevidamente acariciarle la mano.

Y Muñoz, tras la actitud altiva y seria del semblante, se sentía humillado, abatido, incapaz de afrontarla. No sabes, Charito, continuó Adriana, cuántas ideas pesimistas han pasado por mi cabeza, en estos días... Me puse a reflexionar en la dicha, en la tontera de la vida, en esta ternura que se tiene en el corazón para no qué, para nada.

Óyeme bien: quisiera verlo a Julio, de vez en cuando, con tu ayuda, por la noche... ¿Por la noche? ¿Y dónde quieres verlo de noche? En el teatro, Charito. Ha empezado la temporada de ópera y sabes que voy, en las noches del primer turno, con Raquel y Fernando. Julio va a la platea para verme, pero naturalmente apenas hay oportunidad de hablar.

Y esto lo he pensado, Muñoz, no solamente ahora, sino hasta cuando ella se moría por usted. Nunca me pareció que se moría por , repuso Muñoz. Al contrario, Charito, ni cuando decía quererme. ¡Porque ella todo lo calcula! Y en su afán de rarezas, hasta suele disimular su cariño, ese cariño que ella empieza a sentir por cualquiera, pero que se le va con la misma facilidad.

Una hermosura nueva la revestía, maravillosamente, y bajo las sombras de sus pestañas brillaba la piedad. De pronto, con el gesto de una criatura a quien reprenden, se cubrió con los brazos la cara y salió, precipitadamente. Charito se sentó al lado de Muñoz, descorazonada. Un minuto después, en el penoso silencio, se oyeron gemidos ahogados que venían del saloncito contiguo.