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Actualizado: 22 de junio de 2025
Pusiéronse en marcha hacia casa. Venturita echó a correr delante arrastrando a su hermano. Detrás marchaban doña Paula, Cecilia y Gonzalo. Cerraba la marcha don Rosendo con su buen amigo don Pedro Miranda. Las calles estaban obscuras. Sólo ardían a aquellas horas los faroles de esquina. La distancia entre los tres grupos se fué haciendo cada vez mayor.
El Vara de plata cerraba a las nueve las Claverías, y ellos querían pasar la noche fuera de casa. Ya habían estado un buen rato en un café del Zocodover, regalándose como señores. Estaban hechos unos calaveras. Aquella noche era extraordinaria, tanto más cuanto que la ciudad también estaba alterada por lo del arzobispo. ¿Cómo sigue? preguntó Gabriel.
Si tu padre viviera, no podría creer que su hijo cerraba la puerta a un infeliz que llegase a ella muriéndose y sin amparo. Manuel bajó la cabeza, y hubo un rato de silencio general. Vaya, madre dijo en fin ; haga usted cuenta que no he dicho nada. Gobiérnese a su gusto. Ya se sabe que las mujeres se salen siempre con la suya. Dolores respiró más libremente.
En mi casa te espero; pero no vayas á ella sino convertido. ¡Ah, imposible! No iré. Pues adiós dijo Elías con decisión. Adiós repitió Lázaro con angustia. Coletilla salió. El joven no se atrevió á detenerle. No creyó que se marchaba hasta que le vió fuera, y sintió que el carcelero cerraba la puerta.
Rosa señaló con mano trémula al pajar. Andrés escaló la pared prontamente, apoyándose en las estacas que para subir había clavadas: tiró de la portilla enrejada de madera que lo cerraba, y la abrió sin dificultad. Desde adentro extendió las manos a Rosa, que ya subía, y haciendo un gran esfuerzo consiguió suspenderla y colocarla junto a sí. El pajar estaba mediado de yerba.
Y después que los dos hombres entraban en el templo, cerraba las puertas por fuera, alejándose. Corno los días eran largos, aún quedaban dos horas de luz cuando los guardianes entraban en la catedral. Toda la iglesia es para nosotros, compañero decía el otro vigilante.
Una señora exclamaba: «¡Ya lo creo que estarían buenas! ¡Que se acuerde de las que comía en casa de su padre!» Otra decía: «¡Vaya por Dios, señor; yo con estas cosas me mareo!» Más allá murmuraba una vieja: «¡Qué mundo éste y cuántas vueltas da!» Y todas ellas hacían coro con sus risas maliciosas y sus dichos punzantes á la mímica del jugador, el cual, así que concluyó de representar la escena, volvió á coger la bolsa y dijo como hablando consigo mismo en tono entre compasivo y desdeñoso: «Á esta pobre Laura le sienta el condado como á un Cristo un par de pistolas». Las señoras le miraron con respeto y rieron discretamente este chiste que cerraba la serie de los pronunciados con tal motivo.
Encontrándose allí con Medrano, dijo a éste y al paje que le dejasen solo. La luna debía asomar hacia el naciente, pues la muralla comenzaba a contornear por ese lado sus triangulares almenas. Más de una hora pasó Ramiro sin apartar los ojos de la casa de Beatriz. Parecíale por momentos que el postigo de la puerta se entreabría y se cerraba. De pronto, un cuerpo de mujer asomó por la abertura.
En este punto elevábase otra vez la cuesta, entre arboledas y grandes edificios, y cerraba la perspectiva, como un arco triunfal, la puerta de Alcalá, destacando su perforada mole blanca sobre el espacio azul, en el que flotaban, cual cisnes solitarios, algunas vedijas de nubes. Gallardo iba silencioso en su asiento, contestando al gentío con una sonrisa inmóvil.
Además, comprendió que el senador le cerraba su puerta para siempre. Después de tales murmuraciones, el mejor medio de demostrar que Maltrana no le había prestado ayuda era prescindir en absoluto de su trato. Bien se lo dio a entender al joven con la frialdad de su gesto de despedida, con la blandura de su mano y los consejos que le dio. Más discreción, joven.
Palabra del Dia
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