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Actualizado: 22 de junio de 2025
Y luego, más tarde, allá por la madrugada, cuando preocupado él con su viaje cerraba las maletas en su cuarto, oyó en el silencio de la noche moverse la llave en la cerradura: salió al punto y encontró a su madre a medio vestir, descalza, que venía cautelosamente de puntillas a mirar por el ojo de la llave. ¿Qué es eso, mamá?... ¿Tiene usted algo?
Cuando acerqué mi silla a la cama de mi hermana para comenzar mis funciones de enfermera, la encontré dormida; pero ese no era el sueño que fortifica y prepara la convalecencia; era un sueño que pesaba sobre ella como una pesadilla y le cerraba por fuerza los párpados.
Había creído, sin duda, que tardaría en volver algunas horas y, aprovechando la ocasión, había querido atender a la limpieza y arreglo de aquella magnífica «sala roja». La súbita aparición de Delaberge le causó tal sorpresa, que dejó caer el plumero que tenía en la mano y se puso intensamente pálida. No se moleste por mí, señora Princetot dijo Delaberge mientras cerraba tras de sí la puerta.
Después alzó los ojos á los adustos riscos de la Peña Mayor y se estremeció. Creyó sentir una corriente de aire glacial por el corazón. Quedóse pálido, cual si acabase de ver algo muy espantoso. ¿Qué será esto? murmuró mientras cerraba apresuradamente la ventana. Se fué otra vez al escritorio y apoyó sobre él ambos codos, metiendo la cabeza entre las manos.
La gente joven que Maltrana había encontrado algunas veces junto a la verja que cerraba el paso a los camarotes, espiando las idas y venidas de camareras y criadas, manteníase a cierta distancia, contemplando a Nélida con una admiración casi homicida. La devoraban todos con los ojos. Parecía que de un momento a otro iban a caer sobre ella, despedazándola.
La mujer abrió la lona que cerraba la puerta y se puso a recoger los cuartos de los que iban pasando. Martín presenció todas estas maniobras con una curiosidad creciente, hubiera dado cualquier cosa por entrar, pero no tenía dinero.
Manolillo, mata un morito. Y el chiquillo abría tantos ojos, arrugaba las cejas, cerraba los puños y se ponía como una grana a fuerza de fincharse en actitud belicosa. Después Anís le tomaba las manos y las volvía y revolvía cantando: ¡Qué lindas manitas que tengo yo! ¡Qué chicas! ¡Qué blancas! ¡Qué monas que son!
Un subteniente de la reserva, con un saco al hombro, llegó acompañado de su padre hasta la fila de policías que cerraba el paso á la muchedumbre. Desnoyers encontró al oficial cierta semejanza con su hijo. El viejo ostentaba en la solapa la cinta verde y negra de 1870: la condecoración evocadora del remordimiento. Era alto, enjuto, y aún pretendía erguirse más poniendo un gesto fosco.
Sobre la mesa presidencial campeaba una magnífica escribanía de plata, y á derecha é izquierda de aquella dos bangas, cuyas bocas las cerraba un papel pegado con morisqueta.
¿Y qué es esto? me dijo abriéndolo; ¡ah! ¡una cruz! la conservaré, la conservaré siempre en memoria de usted. Y aprovechando el estupor que había causado en mí el extraño aspecto, la profunda conmoción que noté en ella, al expresarme su deseo de ser monja, escapó. Cuando quise detenerla sonó el golpe de una puerta que se cerraba, y luego sentí que bajaba rápidamente las escaleras.
Palabra del Dia
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