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Actualizado: 15 de junio de 2025


Y apenas lo hube pensado y deseado, acudió la mariposa más gentil y juguetona que he visto en mi vida; y revoloteando en torno de la rosa, se posó en su seno, sin ladear apenas el flexible tallo, y libó la miel del cáliz de oro. Noté, sin embargo, que esto no bastaba. De la rosa se desprendía exquisita fragancia, que iba disipándose por el ambiente y que el céfiro esparcía en sus alas.

En el coro de Amor con voz Sirena Corazones atraes, vidas encantas, Nise divina, con dulzuras tantas, Que reduces á gloria lo que es pena. Suspendida no canta Filomena, La suavidad oyendo con que cantas, Y á las métricas voces que levantas, El céfiro en los árboles no suena. El arroyo entre flores detenido, Al dulce quiebro de tu acorde lira, Queda en florido tálamo dormido.

Un cefiro favorable hinchaba las velas de una flota que encontre, pero estara sepultada en las olas antes que aparezca la aurora. SESTO ESPiRITU. Mi morada es constantemente la oscuridad de la noche. ?Porque tus conjuros me fuerzan a ver la odiosa claridad? El astro que preside a tu destino estaba dirigido por mi desde antes que la tierra fuese creada.

Pero otras mil flores, más olorosas y no menos bellas, aparecen después, llamando y excitando al céfiro a que respire los aromas que exhalan. El céfiro viene, semejante al atrevido príncipe del cuento de hadas, y atraviesa por la esquiva floresta, y penetra en el silencioso palacio, y llega hasta el lecho de la encantada y dormida princesa, y le da un beso de amor.

Madrid estaba convertido en un lodazal; soplaba norte pulmoníaco, y la lluvia, por lo terca y violenta, se burlaba de toda prenda impermeable; pero a don Juan le pareció que caminaba por las secas alamedas de un jardín donde corría suavísimo céfiro y que del cielo caía tibio rocío perfumado, como aquel que un alarife cordobés hizo llover en el serrallo del califa.

Aproximóse al balcón, que señoreaba una gran extensión de mar, y derramó por ella sus ojos distraídos. El céfiro rizaba la inmensa superficie coronando de hermosos y fugaces penachos blancos sus olas azules. El sol esparcía sobre ella su madeja de oro haciéndola lúcida y trasparente como una esfera de cristal.

Un can, asentado tan calladamente como si entendiese la alta ocasión en que se encontraba, avizoraba las celosías de una reja, y el sosiego era tanto, que se percibían desprenderse las hojas de los árboles, que derramándose de rama en rama se arrastraban someramente por el suelo al blando céfiro del otoño.

Las cimas de los árboles se balanceaban, movidas por el céfiro, y un largo rayo de luz se abrió camino entre las enlazadas ramas, dando de lleno en la indecisa cara, sorprendiéndola en una mueca de irresolución. De pronto, agarró con su habitual ligereza la mano del maestro.

Puede considerarse como la primera parte de El faetonte. Clímene, hija de Admeto, se cría en un desierto por miedo á un oráculo. Apolo es enviado por Júpiter á esta región. Enlázase con esto el amor de Elytia á Apolo, de las Metamorfosis, de Ovidio, IV, 256, y el paseo de Céfiro con Flora, de los Fastos, del mismo Ovidio, V, 195. Los tres mayores prodigios.

Es sílfide ligera de fantásticos vuelos, virgen como sus selvas, azul como sus cielos, ciclón en los combates y céfiro en la paz. Tiene furias de trueno y trinos de canario. Oveja, más no teme al león sanguinario; paloma, más no huye del águila rapaz. Sabe pulsar la cítara con melodioso acento, lúgubre como un cisne, triste como un lamento si se siente morir.

Palabra del Dia

irrascible

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