Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 19 de junio de 2025
Oyes, Miguel le dijo Enrique en voz baja, mientras descendían cautelosamente por la escalera del patio; ¿para qué te quería papá? Para decirme que mi papá va a casarse respondió Miguel alzando los hombros con indiferencia. ¿Con quién? Con una señora. ¿Entonces vas a tener mamá pronto? Miguel no juzgó necesario contestar. ¿Estás contento? ¿A mí qué me importa? Miguel le miró un poco turbado.
Sin embargo, aunque agucé cuanto pude el entendimiento, no hallé otro procedimiento. Penetré en la calle por la parte baja, esto es, por la de Mercaderes y Conteros, y fui siguiéndola cautelosamente, ciñéndome bien a las paredes hasta poder avistar la casa de Gloria. Pude notar, sin ser notado, que Suárez continuaba en el mismo puesto. Fuerza de voluntad necesité para no correr allá y patearle.
8.° Francisco Agurto declara nuevamente á fojas 49, que con motivo de haber sido uno de los que fueron al otro lado del Rio Bueno en la escolta que se dió al cacique Queupul, como parcial nuestro, consiguió hablar sobre la existencia de los españoles, nominados Césares, con varios indios, á quienes por haber hallado muy adictos al Gobernador y á los españoles, pudo ya sin cautela tocarles este asunto de ellos, siempre cautelosamente promovido.
Había que apoderarse de las ruinas de una refinería de azúcar enfrente de la trinchera. Los alemanes habían sido expulsados por el cañoneo francés. Era necesario un reconocimiento, guiado por un hombre seguro. Y los jefes habían designado, como siempre, al sargento Desnoyers. Al romper el día, el pelotón había avanzado cautelosamente, sin encontrar obstáculo.
El salón estaba ya mediado de señoras. Levanté un portier cautelosamente, y vi sentadas en las primeras filas a las de Anguita. Isabel y las de Enríquez estaban un poco más allá. Dejé que se llenase por completo, para que mi aparición hiciese más efecto. Poco a poco, los concurrentes habían ido desapareciendo de los corredores y acomodándose en las sillas del salón, detrás de las señoras.
¡Vaya! exclamó. ¡Hemos concluido! El P. Solís quedará contento. Y volviéndose cautelosamente para ver si estábamos solos, agregó: ¿No lee usted ya? Ha tiempo que cerré el libro. ¿Qué hacía usted? Verla a usted. ¿Verme? Sí; admirar tanta belleza.... ¿Tanta belleza? Parece que el señor don Rodolfo se ha vuelto galante....
Cuando la tuvo hecha bajó cautelosamente hasta la puerta del jardín y salió de casa. Atravesó el parque, atravesó el bosque y en pocos minutos se encontró a campo raso. Emprendió por los senderos el camino de Zarzalejo para montar allí en el primer tren que le alejase de Madrid. Cuando hubo caminado algún tiempo se detuvo y volvió los ojos hacia su casa.
Pero esto no impedía que por las noches, cuando hacía sonar el violoncello, acompañado por ciertos amigotes de Valencia que venían a pasar con él algunos días, todos gente greñuda y estrambótica, que hablaban un lenguaje raro y nombraban a un tal Beethoven con tanta unción como si fuese San Bernardo, el patrón de Alcira, la gente se agolpase en la calle, siseando para que caminasen más quedo los que poco a poco se aproximaban, y abríanse cautelosamente balcones y ventanas ante los prodigios del endemoniado doctor.
Y se compuso para descansar, no sin antes sacar una mano fuera de la manta y agarrar fuertemente a su padre por una manga con objeto de que no le burlase en su justa pretensión. El viejo esperó pacientemente algunos minutos. La inusitada tranquilidad de la casa excitó su curiosidad; con la mano desasida y sin levantarse, abrió cautelosamente la puerta y atisbó hacia la sala.
Saltaron cautelosamente los cercados y finalmente pararon a pocos pies de distancia de un sombrío muro. El desconocido ayudolas a apearse. La confusa y escasa luz de poniente reverberaba en la nieve, y a medida que el guía presentaba la mano a sus bonitas compañeras, cada una de éstas se veía sometida a un examen detenido, aunque respetuoso.
Palabra del Dia
Otros Mirando