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Sin embargo, aunque agucé cuanto pude el entendimiento, no hallé otro procedimiento. Penetré en la calle por la parte baja, esto es, por la de Mercaderes y Conteros, y fui siguiéndola cautelosamente, ciñéndome bien a las paredes hasta poder avistar la casa de Gloria. Pude notar, sin ser notado, que Suárez continuaba en el mismo puesto. Fuerza de voluntad necesité para no correr allá y patearle.

No debo ocultar que experimenté cierta satisfacción pueril al pensar que conmigo se estaba hasta la una y media y aún más algunos días. Me detuve un instante a ver qué dirección tomaba mi enemigo, y observando que seguía calle abajo, corrí cuanto pude delante, perdiéndome en sus recodos. Cuando di la vuelta a la esquina de la calle de Conteros, me detuve y esperé. No tardó en aparecer.

Acepté con júbilo, porque sabía que íbamos a hablar de lo que más me interesaba. Pero antes de ir a su casa di más de treinta vueltas aquella mañana por la calle de Argote de Molina, donde Gloria vivía. Esta calle, una de las más originales e interesantes de Sevilla, va desde la de Conteros a la iglesia de San Alberto.

Acordose de conformidad que no á lugar dar la licencia que piden para correr los toros sueltos ni atajarse las calles ni hacer tablados y que las partes acudan á S. S. de el señor conde asistente para que sirviendose de dar licencia para que estos toros se corran con conteros se sirva S. S. de mandar ser guardado la provición en el consumo de la carne